DOMINGUERO

Viajes de fin de semana con origen en Pamplona

30.8.04

35/2004-Adi y Silos.

Siguen mejorando los planes, monte y monasterio cuidando cuerpo y mente.

En efecto, me he dado una pequeña ración, claramente insuficiente, de las dos cosas. Primero tenía cena el viernes: con el pretexto de las fiestas de Berriozar Miguel Angel realizó una invitación que aceptamos sin necesidad de que tuviera que insistir. Asistimos Maribel, Sos y Carmen con sus respectivos consortes, el anfitrión y yo, que llegué con Maribel un rato antes para ayudar a preparar la comida. Buena cena y larga tertulia que acabaron después de las tres hicieron que el sábado saliera con Luis con un retraso previamente pactado de media hora. Almorzamos en el Gau Txori de Zubiri, y la chistorra era lo más parecido que tenían a la tortilla. Estaba buena, recién hecha y puesta entre pan tierno. Pasamos por Eugui y aparcamos en lo alto del puerto. A las 10:15 empezábamos a subir buscando la cumbre del Adi (1459 m.). La primera hora, de ascensión suave entre pinos y hayas, dio paso a la zona pelada y de pendiente fuerte, que subimos dejándonos adelantar por otros con mejor forma. En un par de horas llegamos al vértice geodésico (alguien lo había roto, a pesar de la placa que dice "LA DESTRUCCION DE ESTA SEÑAL ESTA PENADA POR LA LEY") y llaneamos un poco hasta otra punta, un poco más baja, que mira hacia Sorogáin. El día estaba despejado, aunque el cielo resultaba un poco brumoso y no se apreciaban bien los detalles más lejanos, pero aproveché para hacer unas fotos panorámicas. La nota negativa la ponían un par de placas colocadas en recuerdo de montañeros muertos en ese monte en invierno. Para las dos estábamos nuevamente en el coche, que se había quedado 535 metros por debajo.

Intentamos comer en Eugui. Encontramos al menos dos sitios cerrados, uno que daba platos combinados y ensaladas y el otro que sólo servía a la carta. Volvimos a parar en Zubiri, en el Gau Txori, donde había gente comiendo fuera y dentro sólo quedaba libre una mesa. Eran las 14:45. Nos pusieron el mantel, trajeron menús y cartas y, si no fuera porque estábamos estorbando en medio de la zona de paso de los camareros hacia la calle, se podría decir que nos habían olvidado. No nos pudieron olvidar, pero nos ignoraron durante mucho tiempo, tanto que para cuando trajeron el primer plato eran ya las 15:30.

El menú estaba contenido en una especie de estrella de plástico de tres puntas, con los platos numerados en castellano, francés, inglés, alemán y portugués. La sexta cara eran las fotos de los platos con su número, una idea muy práctica, y ahí termina cualquier sensación de eficiencia del local. De los dos camareros con camisa blanca uno trajo cubiertos y servilletas y el otro vino a tomar nota. Después apareció una chica con el agua (el menú de 9 euros que sirven tiene la peculiaridad de que no incluye vino. No nos pareció oportuno pagar una botella de la que íbamos a dejar como poco dos tercios) y luego nos trajo el primer plato un cuarto personaje que se sumó a la actividad con su camisa de rayas pero sin que su aportación se tradujera en rapidez de servicio. Legó la paella y la pasta, y mis macarrones con carne picada estaban calientes en el exterior y muy fríos en el centro del plato, y tuvieron que hacer un nuevo viaje a la cocina. Trajeron también un pequeño cuenco con queso rallado y, tras la larga espera, me supieron buenos. El arroz tampoco estaba mal. De segundo habíamos pedido filete de ternera y escalope de ternera, que trajeron con patatas fritas. La carne estaba tierna. El helado y el melocotón en almíbar no tenían ningún misterio. Poco antes de las cuatro ya se formó la primera partida de cartas en una mesa liberada de comensales, y nos levantamos a tomar el café en la barra para agilizar el final con el segundo grupo de tahúres tomando posiciones. La comida, por precio y sabor, estaba bien, pero todo lo demás muy mal: a mi espalda, junto a la puerta, uno de los comensales (padecía algún problema de garganta, ya que hablaba susurrando sin hacer vibrar las cuerdas vocales. De haber estado en un sitio más lujoso pensaría que estaba dando la espalda al mismísimo Don Vito Corleone interpretado por Marlon Brando) tenía un gran perro blanco en el comedor, algo que creo prohibido a excepción de los perros-guía. En el WC la cisterna carecía de mecanismo para liberar el agua, no había toallas de papel y de la jabonera sólo quedaba el soporte. Con muy buena voluntad habían puesto sobre un lavabo un bote de litro de jabón para vajillas, junto a tres moscas que yacían patas arriba, que me transportó a los tiempos de la infancia, cuando en algunos talleres y establecimientos de carretera había un bote de jabón en polvo, que entonces se consideraba lo más eficaz para quitar la grasa negra de las manos. La pésima calidad del servicio (puedes creer que era malo, yo no soy de los que piden alfombra roja ni reverencias) se seguía manifestando en más detalles:
- Ya habíamos pedido los postres al principio. Pero, tras retirar los segundos platos, apareció el de la camisa rayada y, mirando al infinito, soltó con voz firme y sin pararse a tomar aire la retahíla de los postres: ¡FlanCuajadaArrozconlecheNatillasMelocotónenalmíbarHelado!. Le dijimos que ya nos habían tomado nota.
- Al pagar no entregaron factura ni ticket de caja ni cuenta de ninguna clase.
- El camarero echó sobre el mostrador los billetes del cambio, dejándolos caer en un gesto muy feo. En cualquier sitio te ponen las vueltas en un platillo o te las dan a la mano. No sé si será cierto o leyenda que el verdugo cobraba por su trabajo recogiendo la bolsa que arrojaban a sus pies?
Aun sabiendo que la comida no es mala será difícil que vuelva a entrar en ese sitio.

Aunque el verano ya va bastante avanzado y los días se han acortado considerablemente, eran poco más de las cuatro y quedaba mucha tarde por delante. Desde Zubiri fuimos hacia Francia por Roncesvalles: los puertos de Erro, Mezquíriz e Ibañeta nos entretuvieron con sus curvas. Paramos en St. Jean Pied-de-Port a mirar el mapa y tomamos una carretera sin explorar.

Primero paramos en St. Palais, que vimos bastante a fondo en media hora. Todo el comercio estaba abierto en vano: las tiendas estaban vacías y en la calle no había gente que pudiera entrar en ellas. Las casas resultaban de estética aceptable. Hacia las seis seguimos camino y nos detuvimos alrededor de las seis y media en Bidache. Resultó un pueblo bonito (me fijé en una casa datada en 1699) que aún guardaba una sorpresa mejor: las ruinas del Château des ducs de Gramont, que ardió por última vez el 23-F de 1793. Hay noticia de este linaje desde 1190, y por aquí resulta familiar porque participó en las guerras civiles de Navarra (Agramonteses a favor de Juan II y beamonteses a favor del Príncipe de Viana) del S. XV.

Hay un artículo interesante en
http://www.ucm.es/info/museoafc/loscriminales/magnicidios/carlos%20principe%20viana.html
Si lo lees no te asustes por los -al menos- tres patinazos que tiene en las fechas, y que enseguida se pueden detectar ("Nacido en el Castillo de Peñafiel (Castilla) el 29 de mayo de 1421 y muerto en Barcelona el 23 de septiembre de 1621,?" murió a los 40 años de edad 200 años después de nacer.
"El 23 de septiembre de 1461, Don Carlos Príncipe de Viana, muere a los 40 años, 3 meses y 26 días en el Palacio Real de la Ciudad de Barcelona."
"Se dijeron misas para su restablecimiento, pero Don Carlos presentía su próximo fin que tuvo lugar en Barcelona el 23 de septiembre de 1621."), el resto del artículo parece de buen nivel y donde descuella es en la parte de antropología forense.

Hacia las siete y diez seguíamos camino y media hora más tarde nos deteníamos un momento en Labastide, sin parar el motor. Es otro pueblo agradable al ojo. Diez minutos más de carretera y llegábamos a Hasparren. La iglesia tiene dos pisos de coro a todo lo largo de las naves laterales pero no curioseamos porque ya había feligreses esperando el comienzo de la misa de las ocho. Aquí el inevitable monumento a los muertos de 1914-1918 (la Gran Guerra, supongo que la expresión Primera Guerra Mundial se acuñaría años después) cuenta con una inscripción en euskera que no he visto en otros pueblos.

Para las ocho ya estábamos nuevamente en camino. Pasamos por Ainhoa, que también es un pueblo bonito, pero no había tiempo de parar. Cruzamos lo que había sido la frontera de Dancharinea y, por el Baztán llegamos a Pamplona. El recorrido habían sido unos 330 km. en coche y 15 a pie.

El domingo recogí a Miguel Angel, Maribel y Sos y salimos rumbo a Silos. Paramos arriba del puerto de La Brújula a tomar algo y estirar las piernas. Al otro lado de la barra una joven morena de escote generoso dominaba la situación en solitario, y seguramente haría que el local resultara más concurrido. Atravesamos el casco urbano de Lerma, entrando por una puerta en la parte baja y subiendo hasta la plaza del palacio ducal, y llegamos poco después de las doce a Silos. Nos encontramos con que los domingos el horario de visitas al claustro es de cuatro y media a seis de la tarde. Dimos una vuelta rápida por el pueblo y, como Peñaranda de Duero no quedaba muy lejos propuse comer allí.

A las doce y media paramos en Caleruega, y por una estatua supimos que Santo Domingo de Guzmán era originario del pueblo. Hay un gran convento de dominicas que contiene un museo dedicado a él y que quedaron para posteriores visitas. En poco menos de media hora llegamos a Peñaranda de Duero. En la iglesia, igual que en mi visita del 4 de julio, un energúmeno de pocas luces me recordó de malos modos que un cartel en la puerta prohibía hacer fotos. A pesar de su celo no conseguirá una placa como la que hay cerca del altar: "DETRÁS DE ESTA LAPIDA ESTA EL CORAZON DEL EXMO. Sor. D.n CIPRIANO PORTOCARRERO Y PALAFOX CONDE DEL MONTIJO Y DE MIRANDA, DUQUE DE PEÑARANDA &ª. &ª. QUATRO VECES GRANDE DE ESPAÑA DE 1ª CLASE, PATRONO DE ESTA INSIGNE YGª COLEGIAL FALLECIÓ EN 15 DE MARZO DE 1839. R. I. P.". Buscándolo por la red resulta que fue "Politico y Militar Liberal. VIII Conde de Montijo y Miranda del Castañar, duque de Peñaranda, conde de Teba y Guzmán, marqués de ardales, grande de España (a la muerte de su hermano mayor Eugenio Portocarrero y Palafox heredó el titulo de conde de Montijo). Padre de la Emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III."
(http://www.terra.es/personal/soportal/laribera/personaj/personaj.html)
Y, al leer que "Casado con Maria Manuela Kirkpatrick 15 Diciembre de 1817 tuvo dos hijos: Maria Francisca y Eugenia de Montijo (Emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III)" en http://www.terra.es/personal/jgs00014/Historia/Arbol/Arbol.htm, me viene a la memoria la letra de la copla cantada por Concha Piquer: "Doña María Manuela tiene dos hijas / una se llama Eugenia, la otra Francisca / los majos de Granada las solicitan / porque las dos son guapas y granadinas ?/? Eugenia de Montijo, qué pena pena / que te vayas de España para ser reina / por las lises de Francia Granada dejas / y las aguas del Darro por las del Sena"

Volviendo a Peñaranda, al salir de la iglesia nos fuimos a comer. Yo guardaba buen recuerdo y propuse ir al restaurante Señorío de Vélez cogiendo algo de ropa para no perder el confort en un comedor que recordaba muy fresco. Entramos a comer a las dos, temprano para lo acostumbrado. Elegimos el menú del día (15 euros) y lo adornamos con un plato de morcilla para comer entre los cuatro, un vino bueno y café.
En la morcilla les faltó un poco de tacto o de comunicación entre comedor y cocina: sacaron siete trozos a repartir para cuatro personas. Como somos civilizados y bien avenidos eso no dio lugar a reyertas, pero el reparto hubiera sido más fácil con un trozo más, aunque hubieran sido todos más finos. Por lo demás, la morcilla nos supo muy buena. De primero pedimos gazpacho y vichysoisse fría, y no hubo queja. De segundo, cordero en chilindrón y salmón fresco a la plancha. Las raciones de cordero eran abundantes pero encontré las de salmón un poco escasas. A cambio estaba bien hecho, ligeramente tostado en el exterior y jugoso por dentro. De postre, cuajada y arroz con leche, y finalmente café. El vino que elegimos era Pagos de Quintana cosecha 2000, de Bodegas del Campo S.L. en Quintana del Pidio (Burgos), acogido a la Denominación de Origen Ribera del Duero, que estaba en 11 euros. Con 6'5 de morcilla, 5'2 de café y los 60 de los cuatro menús la cuenta subió hasta 82'70, y eso es todo lo que facturaron en el comedor: cuando llegamos a comer éramos los primeros, pero para cuando terminamos estaba ya claro que habíamos sido los únicos.

El palacio de Avellaneda, que es la mayor construcción de la plaza, tiene una continuación rematada en el S. XXI. Esto quiere decir que ese horror adosado al edificio renacentista no ha podido serlo por ignorancia, sino por necedad. El rollo que también se levanta en la misma plaza sería buen emplazamiento para los responsables, aunque en un primer momento pensé que se podría aprovechar ese horrible muro y convocarles allí en presencia de un pelotón de fusilamiento. Sin tiempo para visitar el palacio (a mediodía cerraba de dos a cuatro), salimos a las tres y cuarto y para las cuatro formábamos parte de un gran grupo que se apiñaba en la puerta de Silos. Entró la mitad y nos quedamos para el segundo grupo, esperando unos minutos en la calle y otros en el interior del vestíbulo. A las cuatro y cuarto entramos con la guía al claustro. La visita resultó más penosa que otra cosa, y no debido a la guía (que se explicaba bien) ni al día (temperatura excelente y muy buena luz), sino a lo numeroso del grupo y a su composición. Particularmente molesto resultaba un niño en su silleta que estuvo gritando la mayor parte del tiempo. Otros niños también molestaban, aunque mucho menos, y no pocos adultos podrían incluirse en la categoría de molestos. Además, el grupo precedente y el grupo siguiente andaban por allí y también interferían algo. Después de salir dije que no volvería a visitar un monasterio en verano, pero creo que no lo mantendré: la mayoría son menos conocidos y no presentan problemas de masificación.

A la salida del claustro vimos el lavadero y una puerta fortificada (arco de San Juan), y antes de subir al coche entramos en la iglesia. Es grande y bien proporcionada, pero después de los maravillosos capiteles románicos del claustro y de ver muchas iglesias góticas, ese templo neoclásico me pareció muy soso (pero mucho mejor que cualquier neogótico del S. XIX o contemporáneo del XX, aunque creo que la aclaración sobra).

Antes de las cinco y media estábamos nuevamente en camino y media hora después paseando por Covarrubias, donde encontramos abierta la iglesia ex-Colegiata de San Cosme y San Damián. De estilo gótico, tiene un retablo barroco y abundantes sepulturas en sus muros. El pueblo en su conjunto está muy bien porque mantiene en pie muchas casas antiguas construidas a la manera tradicional. Conserva restos de muralla, una puerta monumental y una torre fortificada a la que sus muros, con una ligera inclinación hacia dentro en todas sus caras y sin ninguna abertura en los diez primeros metros, dan sensación de inexpugnable.

Eran poco más de las seis y media cuando, con pena de no ver más cosas, enfilaba para Pamplona. Llevábamos conversación animada y, al llegar antes de las diez, fuimos a un restaurante asiático con intención de probar la comida vietnamita. Quisimos una cena sorpresa y pedimos sugerencias a la camarera. Ella salió con que cada uno es cada uno y no se quiso mojar, así que pedimos el menú vietnamita para tres personas. Cuando llegó el tercer plato y seguía siendo todo muy conocido nos dimos cuenta de que había entendido tres menús chinos, pero ya era tarde para rectificar. Seguimos pendientes de probar los sabores vietnamitas, así que tendremos que volver, y esta vez señalando con el dedo en la carta. Y, después de dejar a los pasajeros en sus casas, el día había terminado. El cuentakilómetros marcaba 1018 km. de todo el fin de semana, así que correspondían al domingo unos 690.

26.8.04

34/2004-Belorado y Velilla de Ebro.

Este fin de semana volvemos a las andadas.

El sábado recogí a Luis hacia las 8:35 y salimos esta vez con intención de caminar un poco. Paramos a almorzar en Nájera y en Santo Domingo de la Calzada nos desviamos hacia Ezcaray para rodear por una carretera comarcal y llegar a Belorado. Hicimos la primera parada en Valgañón, que es un pueblo donde se puede parar a estirar las piernas. En la plaza hay una fuente, el ayuntamiento, un palacio, una iglesia y un bar. La iglesia estaba abierta y entramos a mirar. Pese al aspecto modesto del edificio, rotulado como ermita de San Andrés, tiene en su interior una hermosa sillería con 10 escaños, un retablo barroco de madera sin dorar, un pequeño órgano en el coro y en un rincón otro retablo barroco que parecía venido de otra parte. En el pueblo eran fiestas (había banderines colgando en las calles y en la plaza un escenario portátil para la orquesta) y en la iglesia había una imagen de la Virgen preparada para salir en procesión. Un joven trajeado tocó la campana y oímos que habría procesión. Paseamos por el pueblo y seguimos camino, pero pronto paramos el coche porque llegamos a una iglesia románica aislada en la carretera donde se veía cierta actividad.

La portada ya era sorprendente y se conservaba muy bien gracias a un porche barroco que la protegía. De frente según se entra hay un órgano barroco de buen aspecto, que es probable que no funcione (una de las mujeres de los preparativos sacaba un órgano electrónico que, antes de terminar de salir de su funda, se arrancó con un ritmo tropical). A la izquierda, en la parte trasera de la iglesia, hay un retablo barroco, el que debía estar colocado en la parte del altar hasta hace poco. En un pequeño recinto cerrado con rejas está la pila bautismal, una gran pieza de piedra con forma de concha por dentro y bajorrelieves por fuera. Hay también un sencillo púlpito de forja y sobre él una pieza de madera policromada con una paloma encima de la cabeza de quien allí suba. Finalmente, tras el altar se encuentra el ábside desnudo, con tres pequeños huecos que dejan pasar la luz a través del alabastro enmarcados con unas pequeñas columnas y una cenefa que lo cruza horizontalmente a la altura de los capiteles, sobre los que se apoyan unos arcos lobulados. En una capilla lateral, un retablo y un cuadro frente a frente. En el cuadro aparecen cuatro personajes y un escudo: San José, la Virgen y el niño están muy claros. Pero en primer plano está un individuo con bigote y perilla, supongo que el poseedor del escudo y el que habría encargado el cuadro. En el retablo, bien alto y centrado, se lee claramente: "LORENÇO MARTINEZ IJO DESTA BILLA IZO ESTE RETABO A SU COSTA AÑO DE 1649". Y en el retablo, rodeados de escenas bíblicas, aparecen en lugar destacado los bustos de un hombre y una mujer en actitud orante. Se podría decir que el hombre, con bigote y perilla, es el del cuadro de antes con unos años más, o quizás un antepasado o descendiente próximo, tienen un marcado aire de familia. Finalmente las puertas, decoradas y reforzadas con enorme profusión de herrajes, también son destacables. Como curiosidad, el retablo principal colocado en lugar opuesto al que ocupó durante siglos, permitía colarse por detrás y ver sus entresijos, algo completamente nuevo para mí.

En el exterior hay una fuente con tres caños que manan abundante agua, y una zona con aparcamiento, árboles, bancos y asador. Un panel informa que la actual fuente data de 1680, y que desde entonces la iglesia se llama Tres Fuentes y su virgen, antes Nuestra Señora de Valgañón, es Santa María de Tres Fuentes. Se oyeron algunos cohetes y el eco lejano de una banda de música, así que en el pueblo ya había comenzado la procesión. Decidimos esperar para verla. Con algún minuto de adelanto sobre el grueso subía el pirotécnico, que de vez en cuando lanzaba un cohete. Después asomaron tras la curva los primeros participantes, algunos con bastón, y luego venía una cruz procesional, un estandarte y la imagen portada por cuatro hombres. A continuación un cura con capa pluvial y otro únicamente de blanco y con estola, tras ellos la banda de música con sus pantalones blancos y sus polos azules y por último el público en general, muy abundante teniendo en cuenta el tamaño del pueblo. La cola de coches, sin formar parte de la procesión marchaba también a su paso.

Hacia las doce menos diez volvimos a la carretera, por poco tiempo. Subimos un puerto y en el Alto de Pradilla, que separa las provincias de Logroño y Burgos, aparcamos. Nos pusimos las botas y echamos a andar cuesta arriba. No fue mucho tiempo ni mucho desnivel, pero hasta el lunes noté unas leves agujetas en los gemelos, consecuencia de no haber caminado ni subido en poco más de un mes. Habríamos caminado poco más de hora y media, y recuperamos el coche hacia las dos menos cuarto. Buscamos comer en Belorado, y nos recomendaron el "Picias". Tenía un menú de fin de semana de algo más de trece euros con menos variedad de lo que se podría pedir a ese precio, y había que esperar porque el comedor estaba lleno y había gente por delante. Probamos fortuna en otro, donde quedaba una mesa libre: el RESTAURANTE GOYA, Av. Generalísimo 8, teléfono 947 58 03 44, Belorado (Burgos), donde comimos:
- Entremeses variados (embutidos y jamón con un poco de ensaladilla rusa) / Ensaladilla rusa
- Merluza a la romana, servida con un poco de lechuga
- Helado / Natillas caseras con canela en polvo y después la galleta maría
Con dos cafés a un euro la cuenta supuso 21'20. En la etiqueta del tinto ponía "Vino afrutado". No estaba especialmente malo, pero dejamos mucho y terminamos la gaseosa.

Tras la comida paseamos por el pueblo, que en conjunto tira más a bonito que a feo. Los rótulos de las calles sí son claramente feos: al citado generalísimo se añaden otros generales y el cada vez más escaso José Antonio. Ya montados en el coche pasamos delante de la iglesia de Santa María, que tenía las puertas abiertas de par en par, y entramos. Resulta amplia y, aunque románica en origen, presenta elementos góticos y barrocos, y las distintas capillas están protegidas por altas rejas de hierro.

De Belorado nos dirigimos a Haro por la carretera de menor rango, y fuimos parando en algunos pueblos.

En Fresno del Río Tirón vimos trabajar a un moderno afilador. En una furgoneta Citroen C15 había montado un pequeño motor de gasolina con una chimenea para que los gases del escape salieran altos, y eso movía las piedras de afilar. El conjunto se podía extraer o meter en el coche con un sistema casero de raíles, y la trasera de la furgoneta aparecía equipada como un auténtico taller ambulante. En la baca, sujetos con pulpos de goma, tenía entre otras muchas cosas: una escalera, un cubo de plástico, en el cubo un botijo y a su lado la silueta de un gran gallo negro de chapa. Una mujer le observaba mientras esperaba que terminase con su lote de cuchillos. Y eso es lo principal. La iglesia tenía una portada neoclásica hecha de sillares y el resto del edificio era de ladrillo. Con muy poco esfuerzo, aprovechando el crucero, habían hecho un frontón, revocando de verde el lado más conveniente de los muros de la iglesia.

A continuación paramos en Cerezo del Río Tirón, que va creciendo junto al río. En la colina que domina el pueblo quedan las maltrechas ruinas de una iglesia, de la que se ha salvado la torre y su reloj da la hora para todo el pueblo, tal vez de un castillo, y de todo un barrio que, dada la mala calidad de la piedra, sufren un deterioro muy grande y acelerado. Una explotación minera a cielo abierto cerca del pueblo influirá con toda seguridad en la construcción de pisos y adosados, en la existencia de piscinas y frontón cubierto y campo de fútbol cuidado.

El siguiente pueblo, ya de nuevo en La Rioja, es Tormantos, y también paramos en él. La iglesia está pintada en tonos pastel y tiene un buen retablo barroco. Media docena de mujeres del pueblo estaban allí, ocupándose de adecentarla. Me ficharon para desmontar un tiesto atornillado a la base de una figura. Fue complicado, con un destornillador de mango estrecho y las manos sudorosas de un día de verano. Con el tiesto de la segunda figura el tornillo no se movía y desistí. Me preguntaron qué me parecía el suelo, y les dije que estaba bien. Estaba cubierto de losas de piedra, algunas numeradas, de cuando la gente se enterraba en las iglesias. Pues bien, aquellas beatas cargadas de buenas intenciones eran más peligrosas que Eric el Belga (el que saqueó en los años 70 muchas iglesias y ermitas y que en los 90 se apuntó a la figura de arrepentido y ayudó a recuperar una mínima parte de lo que expolió), casi tanto como el fuego: se lamentaban de que no les permitían sustituir aquellas piedras tan sucias por un suelo de baldosas.

Leiva está a continuación, y la inesperada silueta de un castillo fue motivo para detenernos con entusiasmo. Ahora es un recinto cuadrangular con torres en los ángulos, tres octogonales y la cuarta más alta y de diez caras. La estructura exterior está bien conservada, aunque ha sido alterada con el paso de los siglos: presenta balcones y, lo más asombroso, unas puertas correderas de hierro como para meter una cosechadora en el patio. De la estructura interior primitiva no debe quedar nada; hoy hay planta baja porticada y dos pisos en ruinas desde hace pocos años. Una torre y un paño de muralla han sido restaurados y parece que en este caso hemos llegado a tiempo. La iglesia de Leiva tiene una alta torre, recrecida un par de metros con ladrillo sobre sus sillares, con el pie hueco que sirve de atrio. Esa estructura me resultó muy llamativa.

Pasamos sin detenernos por Herramélluri y Ochánduri y paramos en Cuzcurrita del Río Tirón, que tiene una iglesia barroca de fachada ondulante y un campanario de dos pisos que se merecen una visita. Abundan además las casas blasonadas hechas de buenos sillares y cuenta también con un castillo (una gran torre cuadrada, una muralla exterior también cuadrangular y entre ellas otras dependencias) en buen estado de conservación, rehabilitado y de propiedad particular. El abandono ha llegado al lavadero y en sus inmediaciones parece que hay un molino fuera de uso.

Ya era muy tarde, pero al pasar por Tirgo se veía un palacio que en tiempos ya lejanos se había dividido en dos viviendas, tapiando la entrada central y abriendo una a cada lado. Además hay en Tirgo una iglesia románica bien conservada.

Por Casalarreina (en su día paramos y queda por ver con detalle la decoración, creo recordar que de estilo gótico manierista, de la portada de una iglesia, además de algunos palacios y más iglesias) llegamos a Haro, y de ahí volvimos a Pamplona por Vitoria, que es un poco más largo pero de mejor carretera.

Al final de la jornada el cuentakilómetros marcaba 422. Y para el domingo por la noche había alcanzado los 1080 kilómetros.

Lo del domingo fue más improvisado. No había quedado con nadie y me levanté tarde, hacia las nueve y media. Para las once ya estaba en marcha, con el periódico comprado, y no podía llegar ya muy lejos. Tirando de libreta encontré el nombre del pueblo en el que, según me dijo un camarero originario de allí, viven unos peces que, al secarse el río por el estiaje, quedan entre el barro cuarteado del lecho del río en estado análogo a la hibernación. Estando agosto bien avanzado se me ocurrió acercarme hasta Velilla del Ebro, en Zaragoza. Llegué allí al final del día y no pude acercarme al río, pero encontré otra cosa quizás mejor. Pero vayamos paso a paso?

Tomé la carretera y fui derecho para Zaragoza. Pensaba en la posibilidad de parar en la capital, dar una vuelta y comer, aunque eso podría suponer una gran pérdida de tiempo entre entrar, aparcar y salir.

En la orilla de la carretera vi un joven de melena rubia haciendo auto-stop. Frené y me detuve en el arcén, a unos 100 metros. Echó a correr hacia el coche con la mochila y, cuando llegó, comprobé que era una mujer y no tan joven. Iba a Villafranca de Ebro, un poco después de Alfajarín. Se presentó como Pili y me contó que era madre soltera y venía haciendo auto-stop desde Galicia, donde tenía una hija ya mayor. Entre el tiempo que llevaba al sol en el borde de la carretera y la carrera que había echado para llegar al coche el olor a sudor era tirando a fuerte, pero como mi coche no tiene aire acondicionado iba muy bien con la ventanilla bajada. Hablaba mucho y no tardó en mencionar que iba sin dinero y que tenía sed, así que paré en un sitio de carretera (Hotel La Imperial, N-232 Km. 276, en Luceni -Zaragoza-, una caña y una cerveza sin alcohol 2 euros). Para entonces, antes de que me preguntara si yo era hippie por la pluma de buitre que llevo en el coche, ya había visto que las cosas no le habían ido bien: piel tostada de las cunetas y mandíbulas desdentadas. Sin que yo preguntase me dijo que había perdido los dientes en un accidente de camión, del que no quedaban cicatrices visibles, y yo ya sabía que el accidente había sido de muchos años con la heroína. Sin llegar a sentir temor yo estaba alerta y un poco tenso. En la conversación mencioné que me gusta ir al monte, pero que me pesa el culo cuesta arriba. Su respuesta me dejó perplejo, porque no tengo el oído acostumbrado a los piropos: -" Para la altura que tienes no estás mal. Si acaso, un poco de estómago.", y me viene a la cabeza el dicho de aquel personaje que, cuando le servían carne decía que o la carne estaba mala o él estaba malo.

Continuamos viaje y le pregunté por su falta de liquidez. Rápidamente me arrepentí, porque la respuesta fue que se "buscaba la vida" en la carretera, que los camioneros pasan muchos días solos y que siendo hombres y ella mujer? no veía mayor inconveniente en pagar por el viaje con su cuerpo. Pero -añadió enseguida-, nunca lo hacía sin preservativo, vete a saber con quién podrían haber estado antes. Y, para que no me sintiera excluido pese a no conducir un camión, me dijo que llevaba un par. No me mostré interesado en la oferta y seguían cayendo los kilómetros, y yo tenía ganas de terminar el trayecto cuanto antes. Me dijo que al llegar a casa se encontraría el frigorífico vacío y que no tenía para un bocadillo. En otro momento, buscando temas de conversación neutros, se me ocurrió decirle que estaba muy morena, si era de hacer auto-stop, y me contestó que también estaba morena bajo la ropa. No manifesté haber entendido la indirecta y ya no se me ocurrió preguntar ni decir nada más, sólo seguir su conversación con prudencia. Conocía bien la carretera e iba señalando los cruces ("Esta salida es muy mala, hay muchos accidentes") o las localidades. Por fin llegamos a Villafranca de Ebro, la dejé a la entrada frente al restaurante de carretera y le di cuatro euros para el bocadillo, pensando que el lance había terminado sin consecuencias y que ya no debe quedar mucha gente normal en las cunetas. No tengo tan lejano el recuerdo de hace veinte años, cuando yo pasaba algunas horas con el dedo extendido para viajar, pero los tiempos han debido cambiar mucho desde entonces.

Cruzó la carretera para dirigirse al HOTEL RESIDENCIA PEPA que tenía multitud de camiones aparcados alrededor: indicio de buena comida y quizás posibilidad de que encontrase algún cliente. Yo tomé la dirección opuesta: como vi un cartel que anunciaba una plaza barroca en el pueblo, me metí hacia el centro. El sol de la una caía fuerte, pero no me preocupaba porque iba a ser cosa de poco rato. La Plaza de España tiene una iglesia barroca de ladrillo, con algunas grietas que surcan sus muros de arriba abajo, y el contador de la luz empotrado en un lateral. Hay también algunas casas de ladrillo que podrían ser de la época o de un siglo más tarde, y en diez minutos me sobró tiempo para fotografiar aquello. Una placa de mármol recordaba "A JAYME MONEVA Y DE ORO ARQVITECTO MVUERTO DIA DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR AÑO DE MDCCCCXXXIII DE ACCIDENTE SVFRIDO EN LA RESTAVRACION DE ESTE PALACIO DEDICAN ESTE RECVUERDO LOS ARQVITECTOS DE ZARAGOZA ROGAD A DIOS POR EL".

Pensé en comer en Pina de Ebro, que anuncia además un convento franciscano. Cuando llegué me sentí defraudado: el pueblo desierto, la plaza con un vallado de barrotes verticales para fiestas y unos extraños juguetes taurinos: una escalera doble, una jaula con ruedas y neumáticos de tractor pintados de rojo. Eso ya me dio una cierta impresión, seguramente equivocada, acerca de la calidad humana de sus habitantes.
En el primer restaurante de la plaza el comedor estaba apagado y las sillas sobre las mesas. Me dijeron que las fiestas habían terminado el sábado y quizás me darían de comer en el otro o en las piscinas. Fui al otro y, si esperaba un rato me podrían ofrecer ensalada, macarrones y algo a la plancha por 9 euros. Dije que volvería, pero pronto cambié de idea y seguí el viaje: caí en la cuenta de que un sitio de carretera tendría un menú más amplio y una cocina con más movimiento. El convento del S. XVI estaba en obras y tenían toda la pinta de esas rehabilitaciones salvajes tan destructivas que tanto se estilan ahora.

Puedes encontrar algo más de Pina en
http://www.redaragon.com/turismo/pueblos/pueblo.asp?accion=pagina&Poblacion_ID=761

Paré a comer poco antes de Quinto de Ebro, en Restaurante Quinto, ctra. Castellón km. 41, que tiene sombra para aparcar y una gasolinera al lado. Sus servilletas de papel anuncian "CATERING Y PAELLAS GIGANTES RQ - QUINTO, tel. 978 880 753 ANDORRA (Teruel) - 976 177 218 QUINTO DE EBRO (Zaragoza)". Por 12 + IVA (12'84 euros) comí:
- Ensalada ilustrada (con los ingredientes habituales y además jamón, atún y huevo)
- Bistec de ternera al roquefort, acompañado de patatas fritas y berenjena.
- Natillas caseras
- Café
El vino era "Marqués de Maella", de Goya Vinos y Viñedos (Cariñena), elaborado con uva garnacha y mazuela, con etiqueta y dos contraetiquetas? mucha literatura y poco caldo. Justamente conseguí beber la parte del cuello de la botella, pero terminé el medio litro de gaseosa. Además, trajeron la botella abierta y el corcho tenía color rojo oscuro por los dos lados, así que supuse que tanto corcho como botella habían hecho varios viajes entre el comedor y la cocina. Aquel sería el último, porque quité cuidadosamente las etiquetas y las pegué en mi libreta.

Hice la siguiente parada en Gelsa porque un cartel anunciaba en su proximidad la existencia de un yacimiento romano, y en el pueblo un barrio morisco. En la pared de la iglesia, en lugar del habitual José Antonio y muertos locales del bando franquista, hay una placa: "GELSA. EN RECUERDO A TODOS SUS HIJOS QUE MURIERON POR SUS IDEALES." En la misma plaza está el Casino del Buen Suceso, cuyo nombre tiene que ver con una ermita situada a las afueras. Adentrándome en la dirección de la flecha pasé por la "calle de las ocho esquinas"; quizás quede el trazado en el barrio morisco, pero desde luego las casas no tenían nada de antiguas (aunque sí eran viejas).

Si hubiera mirado el mapa me habría metido en el cruce hacia Velilla de Ebro, pero seguí recto en busca de las ruinas romanas. Finalmente aparecí en un cruce de la N-II, Zaragoza a la izquierda y Barcelona a la derecha. Y, a mi espalda, un gran cartel: "17 Km. Colonia romana Celsa S. I a.C. - S. I d.C. Velilla de Ebro". Salí para la derecha hasta llegar a Bujaraloz y de ahí me desvié hacia Caspe, que me había quedado con ganas de ver anteriormente. Satisfice mi deseo y no considero necesario volver allí: el pueblo me resultó feo, el castillo se ha mantenido en pie hasta ayer mismo, pero paredes y techos están cediendo. La colegiata gótica está cerrada y, si me pilla alguna vez de paso, puedo intentar verla por dentro.

Puedes ver algo en http://www.redaragon.com/turismo/pueblos/comarca.asp?Comarca_ID=4
El enlace http://telesc.en.eresmas.com/Caspemequinenza.htm presenta más atractivos de la zona, incluyendo un poblado celtibérico que ya no tuve tiempo de visitar.

Luego seguí por Escatrón, Sástago, La Zaida, Gelsa y Velilla de Ebro. Los restos romanos han aparecido al excavar en una zona de corrales y pajares, y al museo se accede a través de una pista polvorienta, sorteando naves ganaderas. Llegué a mi destino original a las siete y veinte de la tarde. Ya no había tiempo de ver el pueblo, y como pienso volver por allí esta vez no me extiendo más. Buscando en la red algo acerca de los misteriosos peces (¿existirán en realidad o fue una tomadura de pelo?) me he encontrado con que "una de las 30 monedas por las que Judas vendio al Maestro esta fundida en la campana de la catedral de Velilla del Ebro."

Información sobre el Bajo Aragón:
http://elmundoviajes.elmundo.es/elmundoviajes/noticia2.html?seccion=espana&zona=localidad&valor=56347&nombre=963160049

Poco antes del ocaso salí del poblado romano. Pasé nuevamente por Pina de Ebro, prefiriendo rodear Zaragoza por la N-II antes que entrar en las afueras por la N-232 para luego buscar la circunvalación. Para cuando me acercaba a la capital ya era noche cerrada, y llegaba a casa pasadas las once.

Y anoto para un futuro próximo que en el término de Sástago está el Monasterio de Rueda, que se merece repetir la visita y que en Azaila hay unos restos prerromanos que no conozco.

25.8.04

32-33/2004-Viaje a Portugal

En los últimos años he hecho algunos breves viajes con Koldo, un amigo desde hace 25 años. Han sido en torno al 15 de agosto, aprovechando el día festivo entre semana, y siempre orientados hacia el interior.

El primer año, con el Peugeot 504, nos volvimos antes de llegar a Mañeru por un calentón. Cambiada la junta de culata repetimos la salida una semana después y visitamos Burgos, León y Zamora, una noche en cada ciudad.

Al año siguiente fuimos más lejos. Aprendí que esquivar Madrid desviándonos desde Alcalá de Henares por Chinchón y Aranjuez no es una buena idea. Dormimos en Toledo, almorzamos en Trujillo (y en la televisión del bar supimos del golpe de estado contra Gorbachov), visitamos Las Hurdes y dormimos en Cáceres. Al otro día fuimos hasta Cuenca, donde pasamos dos noches, y regresamos a Pamplona por Molina de Aragón.

Hacia el 2000 pasamos por Ávila, otorgamos la puntuación más alta a las tapas de Segovia (me refiero a las tapas gratuitas, no a los exquisitos pero muy caros pinchos de San Sebastián) y me quedé admirado con la monumentalidad de Salamanca, desde donde hicimos una excursión hasta Ciudad Rodrigo.

En el 2002 estuvimos en Aragón: Zaragoza, Teruel y un par de días en Albarracín. Vimos arte mudéjar, arquitectura popular y degustamos buen jamón.

Y, para este año optamos por más distancia y más tiempo. Como criterio a la hora de elegir qué visitar me dejé orientar por la UNESCO, que reconoce valores muy seguros. En la página http://www.portugalinsite.com se detallan y comentan todos, que son:

- Centro Histórico de Angra do Heroísmo: Angra do Heroísmo es la capital de la Isla Terceira, una de las nueve islas del archipiélago de las Azores, descubierto por los portugueses en el siglo XV. Imposible llegar en coche.
- Mosteiro de Santa Maria de Belém ou dos Jerónimos, en Lisboa. Es una maravilla.
- Torre de São Vicente de Belém, también en Lisboa y muy cerca del anterior.
- Mosteiro da Batalla. La guía decía que es el mejor gótico de la península, y no parece que exagerara.
- Convento de Cristo, en Tomar. No llegamos a verlo.
- Casco Antiguo de Évora. Disfrutamos de él.
- Mosteiro de Alcobaza. Tengo una visita pendiente al claustro.
- Paisaje Cultural de Sintra. Pese a estar cerca de Lisboa nos faltó tiempo para ver Sintra.
- Casco Antiguo de Oporto. Disfrutamos de varios kilómetros de paseo por sus calles.
- Arte Rupestre Prehistórico del Valle del Côa. Queda para una visita con más tiempo.
- Bosque de Laurisilva. El Bosque Laurisilva de Madeira es un raro y exclusivo conjunto de un tipo de vegetación que se encontraba por todo el Planeta durante la Era Terciaria y que, hoy en día, únicamente se conserva en la Macaronesia (archipiélagos de Madeira, Canarias, Azores y Cabo Verde) gracias a la influencia benéfica del Océano Atlántico: los bosques de lauráceas. Imposible de momento.
- Guimarães. Es otra ciudad recomendable.
- Alto Douro Vinatero. Queda para otra ocasión.

Con siete de estos lugares visitados (y otros de valor parecido), los objetivos culturales se han alcanzado y las expectativas gastronómicas se han superado con creces. Empezamos el viaje.

DIA 1 - PAMPLONA - VISEU (sábado 7)

Tal y como tenía previsto, y así lo había anunciado, el sábado 7 inicié un viaje más largo en compañía de Koldo. Salí con unos pocos minutos de retraso y sin afeitar, pasé por su casa y acomodamos los equipajes. El maletero tenía mucho sitio porque no se trataba de mi coche sino del Opel Vectra de Merche, que usa gasolina sin plomo de 95 octanos pero tiene aire acondicionado. Consideré preferible gastar el doble en combustible que padecer durante muchas horas el previsible calor húmedo del suroeste de la península. El cuentakilómetros marcaba 120.698. El viaje acabó con 123.796.

En algún lugar de la provincia de Burgos paramos a repostar: los caballos del motor su gasolina de 95 y los del interior su café y su tortilla. Área de servicio "Las Lagunas", hotel, restaurante, cafetería, tiendas, souvenirs, y en un gran cartel con enormes letras se lee "AQUÍ SE COME BIEN - Comidas caseras. Especialidad en lechazo asado. Bodas, bautizos, comuniones, empresas". El producto ya no lo recuerdo, no sería ni malo ni bueno, pero el servicio fue muy lento pese a que estábamos en la barra y no había mucha gente en el local. Los urinarios estaban bloqueados por el personal de limpieza y nos quedamos con las ganas. Luego seguimos hasta Salamanca y nos desviamos para visitar Alba de Tormes, a 19 km. de Salamanca. Es un pueblo rico en historia, pero en la actualidad resulta menos próspero. Por ejemplo, un edificio de aspecto anodino luce (corrijo, no luce sino que justamente soporta) en su fachada un conjunto de 6 x 6 azulejos con un Santiago sobre caballo blanco, a los pies del cual hay tres moros, uno de ellos decapitado, y abajo del todo una inscripción: ?BOTICA GENERAL DEL STO. HOSPITAL DE SN. TIAGO Y SN. MARCOS DE ESTA VILLA DE ALVA, CON RL. FACULTAD REINANDO CARLOS IIII SU PROTECTOR AÑO DE 1797?. El edificio contiguo es la "ESCUELA TALLER DE ALBA DE TORMES", y tiene un gran desconchón en la fachada que deja ver la escasa calidad de la mampostería de sus muros. De mejor calidad constructiva son los conventos e iglesias (Iglesia de San Juan de la Cruz y convento de padres carmelitas descalzos, Iglesia de la Anunciación y monasterio de madres carmelitas descalzas, con el sepulcro de Santa Teresa) que, a esas horas, estaban cerrados. Hay también otras iglesias en cuya construcción el ladrillo juega un papel importante (en las puertas de una de ellas está grabado "ESTAS PVERTAS DIO DE LIMOSNA AN?ELA RODRIGEZ RAMIRO AÑO DE 168?", pocas inversiones en publicidad habrán sido tan duraderas aunque su rentabilidad no habrá sido mucha), y una cosa grande y fea en estilo neogótico que, además, está inconclusa: la basílica de Santa Teresa, de los siglos XIX y XX, que tiene cubiertas las dos naves laterales pero cuya nave central queda al aire.

Alba tiene una plaza porticada y algunos edificios de ella tienen cierta gracia, con columnas de hierro fundido y cierto aire moderno de hace un siglo que no me desagrada. Esperaba ver también un imponente palacio de los duques de Alba, pero de él sólo queda una torre y no andábamos sobrados de tiempo ("De su grandioso pasado tan solo resta la torre del homenaje dominando toda la villa. Edificado en el siglo XV, sufre un incendio y práctica destrucción en la Guerra de la Independencia. Restaurado en las últimas décadas deja entrever restos arqueológicos y las magníficas pinturas murales renacentistas en la Sala de la Armería").

Comimos en Cafetería-Restaurante MANOLIN Bodas - Banquetes - Comuniones, C/ Sánchez Llevot 3, teléfono 923 30 07 47. Resultó un sitio sin mucha gracia, aunque con algunos detalles curiosos, a saber:
- unos pequeños vanos en la pared, algunos con cristales fijos y otros con posibilidad de abrir, servían por la parte de fuera como lugar de anidamiento de palomas. A través del cristal rizado se entreveía su actividad.
- La camarera que atendía las mesas vestía una especie de uniforme (blusa azul y pantalón negro, pero no era uniforme porque nadie más había para mantener la uniformidad) pero fuera de eso estaba a la última moda: extensiones trenzadas de diversos colores en la cabeza y unas uñas bicolores como no habíamos visto nunca: el fondo marrón chocolate con pintas claras, color chocolate blanco. No hay como viajar para estar al día.

Pero vamos con lo importante. De primero, jamón con melón (abundante jamón en el fondo del plato sobre el que estaba el melón. Tenía buena pinta.) y para mí ensaladilla rusa, que encontré demasiado caldosa. De segundo, lomo asado y yo pedí merlucilla. Era un trozo pequeño de pescado rebozado, servido con ensalada y patatas fritas, que venían bastante aglomeradas, pero estaba correcto de sabor.
Tomamos natillas caseras de postre. El vino era escaso, en una pequeña botella cuadrada a modo de decantador, pero sobró. La gaseosa se agotó antes de tiempo, porque aquel mal tinto no sé cómo tenía los taninos, pero se diría que venía sobrado de dañinos. Con cafés nos pusimos en 18?30 euros y continuamos viaje. Para las 17:50 ya habíamos repostado nuevamente en una gran gasolinera que hay poco antes de llegar a la frontera.

Ya en Portugal hicimos la primera parada hacia las 18:45 en Guarda, que es la ciudad más alta del país, a poco más de 1000 metros de altura. Corría un viento suave y se podía aguantar el calor. La ciudad conserva parte de sus murallas y la catedral, de granito y estilo manuelino, me impresionó por ser la primera que veía de su clase. Una semana después diría que no es gran cosa, porque he visto edificios de mayor tamaño y belleza.

Llegamos a Viseu, aparcamos en una calle y entramos a preguntar en un hotel, un poco recelosos de las dos estrellas que tenía. El precio eran 45 euros la habitación doble, desayuno e impuestos incluidos, así que no le dimos más vueltas a la cosa: acercamos un poco el coche y descargamos el equipaje. El Hotel Avenida ocupa un edificio de bajo y dos plantas situado en una esquina, junto al edificio de los juzgados (en adelante, DOMUS IUSTITIAE, que es el rótulo que hemos visto repetido en muchas ciudades) y frente a unos jardines, muy cerca de la zona peatonal. Se ve que es antiguo, pero tiene ascensor (qué bueno, para mi pesado bolso con ruedas) y está muy bien conservado. Dimos una vuelta y empezamos a tomarle el pulso al país: un adoquinado de piedras pequeñas que casi podría considerarse mosaico de piedras grandes, enorme presencia de banderas portuguesas en hogares y comercios, incluso ondeando en automóviles particulares y taxis, un mecanismo giratorio para tirar de la cadena, un cordel cerca de la ducha rotulado como "EMERGÊNCIA - ALARM", y los siempre presentes trabajos en azulejos de color... ¿lo adivinas?

Otro detalle es el horario. En Portugal funcionan con la hora canaria, una menos que nosotros. Yo no cambié la hora de mi reloj, y acerté porque tienden a hacer las cosas un poco pronto. No tardamos en descubrir que, mientras habíamos visto un restaurante aceptable para cenar pero buscábamos alguna opción mejor, ya habían dado para ellos las diez de la noche y ya no había nada que hacer, en las puertas colgaba el cartel de ?FECHADO?, que es una palabra que aprendimos rápidamente. Al final entramos en una pizzería que previamente habíamos desechado en favor de la comida local: Piazza di Roma, ristorante italiano, Rua da Prebenda 37. Nos trajeron pan, un queso pequeño y aceitunas negras. Lo del queso como aperitivo es constante en todo Portugal. Luego, como era ya muy tarde, nos dejaron elegir únicamente entre las pizzas, y estaban sabrosas y crujientes. Otra novedad era un aceite de oliva que tenía macerando alguna hoja de laurel y una gran cantidad de cayena. El resultado era un picante tan contundente como cabía esperar y disfrutamos con ello. No salió caro y nos retiramos al hotel.

DÍA 2 - VISEU - MÉRIDA (domingo 8)

El domingo amaneció lluvioso. Paseamos bajo un paraguas grande, puse en peligro la cámara de fotos y como el día no tenía pinta de levantar seguimos camino hacia el siguiente destino planificado, Coimbra.
Durante todo el trayecto llovía, pero al llegar a Coimbra jarreaba. Con una semana por delante y tan malas perspectivas en el plazo inmediato decidimos seguir hacia el sur, esperando encontrar tiempo más seco. Y, ya puestos, fuimos también hacia el interior, para sustraernos de la influencia atlántica. No conocíamos Mérida y yo tenía mucho interés en visitar las ruinas romanas.

Paramos a comer en Pedrogao Pequeno porque la hora iba avanzada, y caímos en un lugar llamado Victoria. Ruidoso, lleno, con pinta de barato? pensamos que no comeríamos mal, y así fue a partir de cuando empezamos. Había una especie de sala de espera repleta de gente, que vimos cuando ya llevábamos más de un cuarto de hora de espera. A la media hora no podía faltar mucho, y sobre todo no podíamos presentarnos en otro sitio ya tan tarde. Nos sentamos en una mesa pequeña que estaba sin recoger. A los tres cuartos de hora seguíamos sin ser atendidos, y, tras una hora de espera nos vinieron con el mantel, platos, y servilletas. Un rato después ya pudimos pedir. Por gestos encargamos una ración de lomo asado con arroz y patatas fritas, similar a la que había en una mesa próxima. Trajeron la bandeja y, tras comer casi todo, quedamos satisfechos. El vino blanco sabía muy extraño, pensamos que tendría sabor extranjero. De postre (allí se llama sobremesa) tomamos tarta helada y puding, que es flan dicho en portugués. La cuenta de los dos no superó los 14'15 euros. Una de las cosas que más me impactó del lugar (y tuvimos tiempo de examinarlo a fondo, en esa hora de espera) fue ver los altavoces tapizados con la misma tela de las cortinas. Ya se sabe, sobre gustos...

A veces escampaba un poco, pero pronto volvía a llover. Seguimos viaje y nos detuvimos hacia las 18:15 en Castelo de Vide, que ocupa una colina en cuyo centro se alza una muralla con alguna torre. Lo dejamos para visitar a la vuelta, pero regresamos por otro camino. Buscamos Badajoz y llegamos a Mérida con sol y la tarde bastante avanzada. El Hostal Nueva España (Avda. de Extremadura 6, tel. 924 313 356) ya no disponía de habitaciones dobles, pero las individuales costaban 23 euros o 25 con aire acondicionado. Pedimos dos de 25 y nos entregaron un mando a distancia para gobernar el aire, que tuvimos que compartir porque el otro que nos correspondía estaba sin pilas. Una pareja que llegó casi detrás se tuvo que alojar en otra parte, porque no cabían en la única habitación individual que quedaba.

Vimos lo feo que resultaba Mérida, nos tomamos un par de rondas en el Círculo Emeritense (4 cañas + tapa de patatas fritas + tapa de aceitunas, 3?20 euros, aproximadamente la mitad de lo que cobran por la cerveza en Pamplona sin dar tapa) y luego esperamos a que se desocupara una mesa en una terraza donde daban raciones de pinchos. Pedimos el surtido de ocho, y había jamón, embutidos, quesos y no recuerdo qué más, y para postre pedimos otro surtido de cuatro. El sitio se llama Dehesa Santa María, y es una franquicia (http://www.dehesasantamaria.com/). Los terminamos y, con la satisfacción del deber cumplido, nos fuimos a descansar para admirar el trabajo de los romanos a la mañana siguiente.

DIA 3 - MÉRIDA - EVORA (lunes 9)

En contra de nuestros pronósticos (basados en deseos más que en datos) el día amaneció cubierto y con una cierta frescura muy agradable. Luego se cubriría más y empezaría una lluvia fina que con el correr del tiempo arreciaría hasta caer con decisión y de manera continuada. Interrumpimos la visita monumental para coger del coche un paraguas grande y calzado cerrado, y por 6 euros compramos un par de paraguas plegables.

El primer monumento que vimos fue el Templo de Diana, que fue utilizado en el renacimiento como apoyo para construir el palacio del Conde de los Corbos. Luego nos dirigimos a la zona más monumental y pasamos por taquilla: 8 euros cada uno para poder visitar 7 enclaves con restos. De ellos únicamente entramos en tres: Teatro/Anfiteatro, Casa Anfiteatro y Casa Mitreo. Teatro y anfiteatro son construcciones de enormes dimensiones, especialmente para los medios de la época. En la actualidad el teatro se emplea en el festival de teatro clásico que se celebra todos los veranos (este año cumple su 50 edición), y había cuadrillas afanadas en montaje y desmontaje de suelos y luces entre la lluvia. La casa situada cerca del anfiteatro conserva unos mosaicos cuyos diseños no han quedado anticuados y algunos motivos geométricos tienen un toque de modernidad. La Casa Mitreo conserva la parte inferior de sus muros y paredes y se puede apreciar la estructura. Está resguardada bajo una cubierta metálica tan mala que en muchos puntos había goteras y se habían formado charcos en los mosaicos, algo que dice muy poco en favor de nuestros arquitectos, contratistas y directores de obra frente a quienes desempeñaban estos oficios sin pasar por la universidad hace dos mil años. Contiguo se encuentra el espacio de los Columbarios, cementerio romano donde se pueden contemplar ajuares funerarios, tumbas y, intercalados con los paneles explicativos, citas clásicas relacionadas con el tema.

"A vivir hay que estar aprendiendo toda la vida, en cambio, lo que quizás te sorprenda más, toda la vida hay que estar aprendiendo a morir." Séneca, 4 a.C. - 65 d.C.

"Me encuentro en el ocaso de la vida y no quiero irme de ella sin haber antes elevado un himno a Epicuro por la felicidad que me ha dado con sus enseñanzas. Deseo transmitir a la posteridad este concepto: 'Las varias divisiones de la Tierra dan a cada pueblo una patria distinta. Pero el mundo habitado ofrece a todos los hombres capaces de amistad una sola casa común: la Tierra.'" Diógenes de Enoanda, s. II d.C.

"Vivís como si la vida tuviera que durar siempre; nunca se os ocurre pensar en vuestra caducidad; no observáis cuánto tiempo ha transcurrido ya, y vais perdiéndolo como si fuera algo sobrado y abundante, siendo así que tal vez aquel mismo día que dedicáis a este hombre o a este asunto, es el último de vuestra vida. Como mortales lo teméis todo, pero todo lo deseáis como si hubierais de ser inmortales. Oirás a la mayoría decir: 'A los cincuenta años me retiraré a descansar; a los sesenta renunciaré a los cargos.? ¿Y qué garantía tienes de que vas a vivir tanto? ¿No te avergüenza no guardar para ti sino los despojos de tu vida y no destinar al cultivo del espíritu más tiempo que el que ya no vale para nada? ¿No es demasiado tarde para empezar a vivir, cuando ya hay que dejar la vida?'" Séneca, 4 a.C. - 65 d.C.

"Entiende que la verdadera riqueza es tener lo que realmente se necesita para una vida feliz y averiguarás cuán fácil es satisfacerla completamente; cree, erróneamente, que la riqueza consiste en poseer todo lo que uno pudiera posiblemente imaginar y soñar, y no habrá nunca un término para tus afanes y sudores." Epicuro, 341 - 270 a.C.

"No es que dispongamos de poco tiempo, es que perdemos mucho. Bastante larga es la vida y aún sobrada para llevar a cabo las mayores empresas, pero cuando discurre entre el lujo y la ociosidad, cuando no se destina a nada provechoso, sólo al vernos, por fin, obligados a cumplir nuestro último deber, sentimos que ha pasado aquella vida cuya marcha no percibíamos." Séneca, 4 a.C. - 65 d.C.

"No hay placer que sea malo en sí mismo. Lo que es malo son las desagradables consecuencias que puedan resultar si no se usa la cabeza cuando se decide qué placeres perseguir y cuáles evitar. Si quieres enriquecer a Pitocles, no acrecientes sus posesiones, sino reduce sus deseos." Epicuro, 341 - 270 a.C.

"Hay gente tan atareada que no tienen tiempo para vivir; gastan su vida a expensas de la vida misma. Ordenan sus pensamientos a largo plazo, a pesar de que la dilación es la peor manera de malgastar la vida, pues suprime el día actual y, a cambio del futuro que promete, nos quita el presente. La espera es el mayor impedimento del vivir, porque depende del mañana y pierde el día de hoy (...) pues todo el porvenir es incierto, vive desde ahora." Séneca, 4 a.C. - 65 d.C.

"No puede haber vida feliz si no es también sabia, honesta y justa; ni se puede vivir con sabiduría, honestidad y justicia, sin que también se viva feliz. Así pues, quien no vive con todas estas cualidades tampoco podrá vivir felizmente." Epicuro, 341 - 270 a.C.

"La vida se divide en tres épocas: el pasado, el presente y el futuro. De éstas, la que ahora vivimos es breve, la que hemos de vivir incierta; sólo la que ya pasó es segura. (...) El tiempo presente es brevísimo, hasta el punto que algunos han negado su existencia, ya que siempre está en marcha, corre y se precipita; antes de llegar ya deja de ser (...). Es decir, que sólo a los atareados les pertenece el tiempo presente, tan breve que no puede acogerse; y aún están tan ocupados, que incluso éste se les escapa." Séneca, 4 a.C. - 65 d.C.

"Se ha de recordar que lo futuro ni es nuestro, ni tampoco deja de serlo; de modo que ni lo esperemos como que ha de venir infaliblemente, ni menos desesperemos de ello como que no ha de venir nunca."
Epicuro, 341 - 270 a.C.

Después pasamos por la Alcazaba (fortaleza árabe terminada en abril de 835, la primera que levantaron en España), que encontramos ya cerrada. En sus muros se pueden ver piedras talladas reutilizadas, que han venido de otra parte.

Seguía lloviendo y terminamos nuestro deambular en La Odisea, freiduría - vinatería, que se encuentra junto a La Iliada café - salón (C/ John Lennon 19) y son del mismo propietario. Tras acomodarnos a salvo de la lluvia (pero no del aire acondicionado, que echaba un chorro frío sobre nuestras ropas humedecidas) vimos que las opciones de comida eran más caras de lo que estábamos dispuestos a pagar. Pedimos un par de bocadillos pequeños de calamares a la romana y dos cañas y a punto estuvimos de cancelar el pedido de los calamares, que tardaron como si tuvieran que salir a pescarlos en aquel momento. Tras ese aperitivo entramos a comer en el restaurante Via Flavia (Plaza de España, 9, tel. 924 301550), donde tenían un menú del día por 9 euros. Ya no recuerdo bien qué comimos (yo, de segundo, mero), pero sí que se puede volver allí.

Mérida se merece una visita, y no por los edificios que quedan en pie. Los de la plaza se alejan un poco del tono entre feo y muy feo del conjunto de la ciudad, y sólo los edificios romanos, cuyas ruinas apenas pueden darnos idea de su pasado esplendor, son dignos de contemplación. Tengo entendido que el museo de arte romano es de buen nivel, pero los lunes los museos están cerrados y no pudimos entrar. Al dirigirnos hacia el coche para regresar a Portugal pasamos cerca del edificio que más descolla, una torre de 15 alturas, en cuya fachada principal se veían anuncios de venta de 6 pisos. Por llevarme una estampa más favorable me detuve a ver el acueducto de los Milagros (830 m. de longitud, 25 m. de altura máxima) en cuya construcción se combinan grandes sillares de granito con ladrillos. Las cigüeñas encuentran esta obra muy adecuada.

Poco antes de las cinco (cuatro en Portugal) nos deteníamos en Elvas. Es una ciudad fortificada, que aún hoy cuenta con un cuartel, y con dos fuertes en colinas adyacentes. Un cementerio inglés recuerda a los muertos en 1811 contra las tropas de Napoleón en batallas muy próximas: Badajoz, a 17 km. y Albuera a 35 km. La tarde estaba soleada, excelente después de un par de días de lluvia, y nos presentamos en Evora después de serpentear con el coche por carreteras locales, evitando la autopista y la carretera nacional.

Siguiendo la prudencia impuesta por la costumbre, buscamos primero el alojamiento. Es una ciudad fortificada y levantada sobre una elevación del terreno, y pronto quedó claro que el coche no iba bien por esas calles intrincadas y con pocos lugares para aparcar, así que lo dejamos junto a las murallas exteriores, al lado de la plaza de toros. Antes de regresar a pie al centro nos acercamos a un hotel. Era de tres o cuatro estrellas y podíamos dormir por 80 euros; tomamos nota y fuimos a buscar algo más barato. Dimos muchas vueltas y lo que encontrábamos estaba completo. Ya de regreso al de los 80 euros por noche vimos uno de la cadena Ibis, que se anunciaba por 55, pero no tenía sitio. De casualidad me fijé en otra cosa con muchas estrellas y entramos a preguntar. Era ALBERGARIA VITÓRIA ****, en Rua Diana de Liz nº 5, tel. 266 707 174, albergaria.vitoria@ip.pt. En la recepción había cola pero nos dijeron que tenían habitaciones libres, así que nos quedamos. Tras el mostrador reinaba un individuo de mediana edad (como yo, tres años arriba o abajo), con idiomas (atendía igualmente en francés y en castellano), camisa blanca y corbata, bien parecido y bien arreglado. Bajo esa fachada acechaba un operario inútil o en huelga de celo, por el que estuvimos esperando de pie más de 60 minutos mientras daba entrada a los tres o cuatro clientes (eran grupos familiares de 4-6 personas) manejando el ordenador con dos dedos e infinitas precauciones. Para cuando nos dio entrada y programó la tarjeta magnética que hacía las veces de llave, teníamos la cena ya bastante comprometida. Dejamos el equipaje y echamos a correr nuevamente cuesta arriba hacia el centro. Entramos sin muchos remilgos en un restaurante que habíamos visto antes (recuerdo ahora que había una habitación barata, con dos camas pero sin ventana. Al subir a verla fue entrar y empezar a sudar, y yo me veía antes conduciendo de noche hacia otra ciudad o pagando lo que fuera que en aquel horno húmedo) en la búsqueda de alojamiento. Era el Café Alentejo - Restaurante, Rua do Raimundo 5 (Junto ao Posto de Turismo), y cenamos con aire acondicionado. El servicio era muy diligente y, sin hablar nosotros nada de portugués y correspondiendo igualmente el camarero, conseguimos cenar de maravilla. Como entrantes, sin pedirlos, nos sacaron queso curado, un platillo frío de garbanzos con bacalao y aceitunas negras. El pan era tipo hogaza, con buen sabor. Luego llegaron el bacalao a la brasa y mi bacalao gratinado, ambos excelentes (7?50 y 8 euros). De postre pedí "Quente e friu", que se había terminado, y me conformé con "Queijinho de ceu", que resultó ser una especie de mazapanes rellenos de yema dulce (1'30 euros). Tomamos un vino blanco (vinho verde) bien frío de 7 euros muy afrutado, cuyo nombre ("Quinta da Aveleda") anoté por si lo veo algún día. Y como estaba muy buena noche entramos en un patio donde había, entre unos árboles con frutos mayores que melones grandes, unas mesas, un par de pozos y a un lado una gran pecera que hacía las veces de barra. Por un euro nos tomamos una cerveza sin ninguna prisa en el Café - Bar - Esplanada O PATIO.

DIA 4 - EVORA - LISBOA (martes 10)

La habitación del hotel era cómoda y los 60 euros incluían dormir y desayuno tipo buffet, y los impuestos. Por otra parte, nadie se había ganado propina.

Dedicamos la mañana a visitar los principales rincones de la ciudad, que ha sido declarada patrimonio mundial por la UNESCO. Catedral, templo romano, iglesia de la Misericordia (pasamos por casualidad y, desde el exterior, no parece gran cosa. Traspasada la primera puerta un cartel dice "Abstraiando de qualquer consideraçao de orden histórica ou arqueológica, temos, para nós, que o mais belo templo de Évora é a IGREJA DA MISERICÓRDIA. Igreja mais equilibrada, mais sobriamente rica em decoraçao, mais bem proporcionada e acolhedora, nao julgamos que a haja em Portugal inteiro!". Tiene un interior con maravillosos azulejos y grandes pinturas, pero supongo que en esa valoración barrerán para casa. En el exterior, aprovechando muro y contrafuertes, se han agarrado como lapas unas construcciones mínimas que no acerté a saber si serían infraviviendas o pequeños negocios), la fuente de mármol blanco de 1556...

Poco después de la una, siempre en horario de Pamplona, estábamos cerca del coche pero nos desviamos porque en una gran explanada que habíamos visto por la tarde se desarrollaba un mercado muy populoso y colorido, donde predominaban los gitanos entre los vendedores. Lo más abundante era la ropa, pero no faltaban herramientas, cacerolas, alfombras, muebles y puestos de comida y bebida.

Una guía de viaje que llevábamos recomendaba un restaurante en Setúbal. Pusimos la dirección en el navegador y llegamos un poco tarde pero a tiempo para comer. En el Hotel Isidro, que tiene un enorme comedor abierto al público, comimos:
- Creme de marisco, 1'75 / Grao de espinafres 1'50 (para mí que era una sopa espesa de acelgas)
- Fanecas fritas, 6 (tres peces con arroz y zanahoria) / Bacalhau a Gomes de Sa, 7'75 (una bandeja de bacalao desalado con patatas panaderas y aceitunas, estaba bueno)
- Jarra grande de vinho branco, 3?20
- Postres: Semifría da casa (una especie de pastel con galletas) / Baba de camelo (un tipo de mousse dulce, lo pedí porque era el nombre más extraño. Después lo he vuelto a pedir, sabiendo ya lo bueno que es)
- Pan y queso como entrantes.

Tras comer nos dimos un paseo hacia la parte antigua, pero ni por esas. De Setúbal no tengo ninguna foto, me pareció una ciudad tan fea que no saqué la cámara de la mochila. No alargamos el paseo innecesariamente y nos dirigimos a Lisboa, donde hacía mucho calor, había obras y calles cortadas y donde descubrí por qué aquí está prohibido que el aire acondicionado instalado en las fachadas gotee agua. Nos costó bastante encontrar alojamiento. Primero nos empeñamos en buscar el que nos habían recomendado en Evora: habíamos estado bien y por no mucho dinero y pedimos consejo sobre algún establecimiento similar en Lisboa. Nos habían mencionado el Hotel D. Carlos, en la calle del Marqués de Pombal. Al marqués no se le dedica una calle, aunque sí una de las principales plazas de Lisboa, que preside junto a un león, ambos de bronce, desde un alto pedestal. En el hotel nos ofrecían una buena ganga: una habitación de 120 euros por solo 100. Seguimos buscando y encontrando sitios o llenos o de cien euros para arriba. Finalmente nos quedamos en la Pensao Residencial Casa Vila Nova, Av. Duque de Loulé 111, 3º. Está junto a la plaza de Pombal y es muy sencillo de orientarse para llegar allí. Y ahí se acaban las ventajas. El baño era tan pequeño que, al sentarme, no conseguía despegar las rodillas de la pared, y el cepillado de dientes había que hacerlo maniobrando con cuidado. La ducha, como se usa de pie, no resultaba tan complicada pero había que andar atento. Ese cuarto formaba parte de una gran vivienda que ocupaba toda la planta, en un edificio que había vivido tiempos mejores: suciedad, desconchones, pulsadores de la escalera rotos, un ascensor con las antiguas puertas correderas de varillas metálicas y criterio propio a la hora de detenerse en el tercero (la precisión se podía medir en palmos). Bajo todo aquel deterioro se adivinaban los mármoles y las buenas maderas, y permanecían las formas elegantes de la fachada, ahora al mismo tiempo ennegrecida y descolorida.

Tras instalarnos salimos a dar una vuelta por la zona de la Praça do Comércio. Cuando se fue haciendo la hora nos sentamos en la terraza de un restaurante, en Largo S. Domingos nº 2 y pedimos unas raciones para compartir:
- Almejas fritas: una gran fuente, con salsa picante, deliciosas.
- Ensalada de pulpo, también muy buena.
- Morcela asada. Esperábamos morcilla pero trajeron una especie de chorizo mediano o longaniza gruesa. También estaba buena, pero no la terminamos.
- Vinho verde, bien fresco y también bueno.
Los platos costaban 4'50, 5'50 y 6 euros, y el vino 5'50.

Y luego volvimos paseando hasta la pensión.

DIA 5 - LISBOA (miércoles 11)

Dormimos con un destartalado ventilador de pie que Koldo consiguió arrancar a la encargada funcionando toda la noche. Por la mañana dimos alguna vuelta buscando dónde desayunar para descubrir que, justo en los bajos de la pensión, había una cafetería con mucho movimiento. El camarero apuntaba tu pedido en un papel y pagabas en caja al salir, igual que en algunos restaurantes buffet. Como el coche estaba aparcado en zona azul lo utilizamos para ir a ver lo primero el monumento a los descubridores.

Aparcamos relativamente cerca y llegamos a un gran monumento que, a medida que nos acercábamos, crecía más. Es moderno y no le encuentro gran mérito artístico, pero impresiona por su tamaño. Grandes colonizadores están representados por figuras enormes, y quizás el mensaje sea que los demás no les llegamos a la suela del zapato. Yo lo intenté pero, por mucho que me estiré no alcancé al final del pedestal. El puente 25 de abril que cruza el Tajo se encuentra cerca, y también resulta imponente: 3.200 metros de longitud (en su momento, el puente colgante más grande de Europa), seis carriles y dos vías de ferrocarril.

Cruzamos bajo la carretera y el ferrocarril por un paso subterráneo y llegamos al monasterio de los jerónimos justo cuando empezaba a llover y recién abiertas las puertas (a las 11, 10 hora local). La entrda cuesta 4?50 euros por persona, pero es un dinero muy bien pagado. Es el edificio más representativo del estilo manuelino, algo así como un gótico tardío muy abundante en decoración y con algunos elementos característicos (decoración a base de cuerdas, frutas y motivos de inspiración marinera y oriental). Es también de tamaño muy grande, pero es su riqueza decorativa lo que más impresiona. Disfrutamos de la visita porque había mucho que ver y no teníamos prisa para exponernos a la lluvia, que pronto arreció. Las gárgolas funcionaban a la perfección, dejando caer por sus gargantas de piedra abundantes chorros de agua. El claustro mantiene el estilo: profusa decoración, gran tamaño? y se pueden visitar sus dos pisos. Una hora y tres cuartos después de entrar estábamos de nuevo en la calle, admirando también el exterior del monasterio y viendo cómo el azul se abría paso en el cielo. Para cuando llegamos a la torre de Belem, hacia la una y veinte (de las de mi reloj, mientras no diga lo contrario), apenas quedaba rastro de nubes. La vimos desde fuera, contemplando también la riada de turistas que llegaban, se hacían la foto con la torre de fondo, y se marchaban. Otros muchos se sumaban a la cola para visitar el interior, pero el tiempo corría y regresamos al coche. Hacia las dos y veinte ya habíamos aparcado en el centro de Lisboa, en el barrio de Chiado, y rápidamente buscamos dónde comer ya que la diferencia de la hora oficial también se mantiene en los hábitos horarios.

El Bar Carioca, en Praça da Trinidade, ocupa los bajos de una casa cuya fachada cubierta de azulejos de inspiración clásica resulta llamativa. En él comimos ensalada de atún (atún de lata, lechuga, patatas cocidas) y yo pedí señalando el plato de la mesa de al lado (alubias con arroz y cuatro piezas de bacalao elaboradas como si fueran hamburguesas). Al terminar preguntaron -¿melao?, alguien entendió que preguntaban si bien, y respondió afirmativamente. Al momento nos trajeron dos gruesas catas de melón, ya cortado y muy bien presentado.

Bajamos la comida paseando por la zona peatonal de la Rua Garrett y buscamos un CD de fados (Mafalda Arnauth, a la que escuchamos en Pamplona a finales de julio). Me hice una foto en la estatua de Fernando Pessoa (que está enterrado en el claustro de los jerónimos), que posa para los turistas horteras con infinita paciencia y que invita a unos segundos de culturilla. He de confesar (y, a mis años, lo hago ya sin rubor) que no he leído a Pessoa, aunque lo intentaré sin concretar fecha. Aprovechamos el tiempo de parquímetro y descendimos hasta la Praça do Comércio, donde se había instalado al aire libre una exposición de fotos de Yann Arthus Bertrand, "La tierra vista desde el cielo" (Earth from above) que fui a ver esta primavera a San Sebastián.
Se habla un poco de esta plaza en http://mipagina.euskaltel.es/cdominguez/Portugal/Lisboa/Itinerar/Comercio.htm

Respecto a las fotos, te recomiendo que las veas en http://www.yannarthusbertrand.com/ y leas en castellano el comentario que acompaña a la mayoría de ellas.

Algo que me llamó mucho la atención es que una de las fotos estaba hecha con una cámara digital, de las que pronto podrán comprar los fotógrafos más solventes: una Canon reflex de 11 megapíxels. La miré de cerca y no se apreciaba ninguna merma de calidad. Es muy probable que en dos o tres años me pueda comprar una igual, y prácticamente imposible que pueda hacer fotos parecidas a las de Bertrand. De momento, lo mejor que ofrece Canon es 8'2 megapíxels en su EOS-1 D Mark II (http://web.canon.jp/Imaging/eos1dm2/html/menu.html).

Recogimos el coche, lo aparcamos cerca de la pensión y regresamos al centro en autobús. Era un "gusano" articulado como los que tenemos en Pamplona, pero el pago resultaba más eficiente: bastaba con acercar la tarjeta (incluso sin sacarla de la cartera) a un sensor. Nosotros adquirimos billetes de cartón tras confirmar con el conductor que nos dejaba cerca del barrio de Alfama. Hizo un gesto como de resignación y subimos. Cuando ya habíamos pasado por la Praça do Comércio y veíamos la cuesta bastante próxima optamos por bajarnos. Nos tocó la bocina y nos hizo un gesto para volver a montarnos, porque dos paradas después nos dejaba más cerca. Tuvimos ocasión de comprobar que su gesto resignado era permanente y no encerraba hostilidad hacia nosotros, cuando se quejó de una conductora que se le cruzó en el carril bus para aparcar. Un botón de muestra acerca de la amabilidad de nuestros vecinos.

El barrio de Alfama es lo más antiguo de Lisboa y en él está la catedral. En lo alto quedan los muros de un castillo, y hay mucha oferta de restaurantes entre sus calles estrechas y en cuesta. En las inmediaciones del castillo vimos un tipo de artesanía que no conocíamos: con una sierra de calar hacían dibujos recortando en el interior de monedas antiguas.

Después de comparar la oferta gastronómica (había restaurantes típicos, bastante económicos, y restaurantes con cantantes de fados, bastante menos económicos), entramos en uno que ofrecía comida portuguesa, india y mozambiqueña. Como todavía veo lejano el día en que pueda ir a Mozambique, insistí en entrar en un local menos atractivo, sin aire acondicionado (después comprobamos que los ventiladores estaban orientados hacia la nada y no aliviaban el calor) pero con platos tentadores. Koldo se decantó por unas ?ambotic de lulas? de la página india (6 euros), y le trajeron calamares con curry, moderadamente picantes, que unidos a la temperatura provocaron gran sudoración. Compartimos los platos y yo encontré todo bueno. Yo pedí las gambas con mandioca del recetario mozambiqueño (10 euros), y era sabor y textura nuevas, pero repetiría. De postre, helado con mango y mousse de fruta tropical, y un vino blanco frío ayudó con el picante y el calor.
En todo el restaurante estábamos nosotros y una mesa ocupada por cuatro personas mayores. El sitio se llama MATOLA RIO, en Travessa do Almargem, 4-A, tel. 21 888 26 34

DIA 6 - LISBOA - OPORTO (jueves 12)

Nos habíamos retirado pronto y pagado de víspera la pensión (40 euros por noche la habitación doble), y salimos temprano, antes de que empezase a correr el tiempo del parkímetro. Paramos a desayunar en Santarem, café con leche y dulces típicos de la región. Luego nos encontramos con la iglesia de Santa María da Graça, una joya del gótico en cuyo interior no dejan fotografiar. Tiene techumbre de madera y allí descansa desde 1520 Cabral, el descubridor de Brasil en 1500. Junto a la iglesia está el consulado de Brasil y parece que atrae muchos visitantes.

Atraídos por la fama de Nazaré buscamos ese pueblo. Nos faltó poco para salir sin pisarlo, porque la entrada a la zona baja, donde están puerto y playas, era un caos para circular y no se veía dónde aparcar. Parecía también que fueran fiestas, porque había algunas barracas, y esquivando el tráfico se movían entre los coches unas mujeres con carteles en la mano, al principio me parecían pedigüeñas. Luego nos fijamos que en el cartel ofrecían alojamiento en sus casas. Antes de darnos por vencidos subimos en coche a la parte alta (también cuentan con un funicular para ese recorrido) y el panorama cambió. Aparcamos rápidamente y encontramos entre los muchos restaurantes uno que nos atrajo con un "Arroz de marisco" que costaba 18 euros para 2 personas. El restaurante O CANTINHO es un negocio familiar pequeño con terraza. Nos acomodamos dentro, bien a la sombra, y picamos algo mientras venía el arroz. Trajeron al fin una gran olla de barro con arroz caldoso y trozos y pinzas grandes de centollo, y los alicates necesarios para lidiar con aquellos bichos tan grandes. Comimos abundante arroz, nos salpicamos las camisetas y salimos satisfechos para ver el pueblo con mejores ojos que en ayunas.

En la plaza hay multitud de tiendas de recuerdos, y un mirador sobre la playa y el mar que quedan bajo el acantilado. El motocarro del heladero y la mesa de frutos secos completaban la oferta. La iglesia tiene un interior más rico y bello de lo que cabría esperar del lugar, y un cartel prohibiendo las fotos, del que hice caso omiso con cierta discreción.

De ahí retrocedimos para detenernos en el monasterio de Alcobaça. A pesar del calor no entramos en el bar que hay enfrente: se llama TAVERNA O CAPADOR. En el interior hay sepulturas ilustres y antiguas, y en los extremos del crucero, uno frente al otro, se encuentran los sepulcros de Don Pedro y de Doña Inés de Castro. En el panel se lee "Inês de Castro, nobre castelhana, entrou na corte portuguesa como dama de honor de D. Constança, mulher do infante D. Pedro, herdeiro do trono. Receoso das consequências políticas dos amores de D. Pedro e D. Inês, D. Alfonso IV ordenou a execuçao de Inês de Castro. Depois de subir ao trono, em 1360, D. Pedro reabilitou a memória da amada, declarando sob juramento ter casado em segredo com Inês de Castro." Copio de la red una breve semblanza en castellano, pero te animo a leer una versión más amplia e ilustrada en http://www.ciberjob.org/mujeres/historia/ines/

"PEDRO I EL JUSTICIERO (1320-1367). Rey de Portugal (1357-1367)
Su padres fueron Alfonso IV y Beatriz de Castilla. Restableció privilegios a los municipios e instituyó el beneplácito regio, medida que pretendía revalorizar el poder real frente al papado y al clero. Gozó de gran popularidad, ya que era, además de justiciero, generoso, holgazán, y le gustaba comer, bailar y cantar por las calles de Lisboa. Aún infante, y casado en segundas nupcias con la noble castellana Constanza, se enamoró de Inés de Castro, dama de la corte. La previsión de la influencia en el futuro rey de la familia de los Castro, se consideró perniciosas para los intereses políticos portugueses. Inés de Castro fue asesinada y se hizo reconocimiento público de la reina, después de muerta. Tras estos acontecimientos, don Pedro se rebeló contra su padre, atacando diversas tierras al norte del Duero e intentando conquistar la ciudad de Oporto. Con su llegada al trono exigió la extradición de los ejecutores de la muerte de su amada, que sufrieron un castigo implacable. Falleció el 18 de enero de 1367. Don Pedro y doña Inés de Castro yacen juntos en el monasterio de Alcobaca."

El programa para el día era muy apretado y prescindimos de visitar el claustro por 4'5 euros. Salimos de la ciudad hacia las cinco y cuarto. Media hora después estábamos en el monasterio de Batalha. Gótico, enorme, de decoración primorosa, una maravilla para estar horas y horas con la boca abierta. En una capilla hay panteones de la realeza que, por mi completa ignorancia de la historia de Portugal, no pude relacionar con épocas ni hechos. Tampoco aquí entramos al claustro, que queda junto con el anterior para el próximo viaje a Portugal.

Una señal de tráfico indicaba que Fátima quedaba muy cerca. No teníamos intención de ir, y ya eran las seis y veinte, pero la ocasión era inmejorable. Lo que sí era mejorable era la carretera, un puerto sin tercer carril donde íbamos en una larga fila tras un camión. Llegamos poco antes de las siete.

Nada más entrar al pueblo se veía gran actividad, gentes que iban y venían, e infraestructura hostelera. Se me quedó el nombre del Hotel Verbo Divino y del Snack-Bar Juan Pablo II. Llegamos con cierta dificultad a un gran aparcamiento y al poco ya habíamos aparcado. Había multitud de autobuses, muchos más coches y, pese a los carteles que lo prohibían expresamente, gran cantidad de tiendas de campaña y de grupos en sillas de campo o sobre el suelo, reunidos alrededor de las neveras y las fiambreras.

Llegamos a la gran explanada, donde se estaba celebrando una misa. Desde el extremo se acercaba una hilera bastante continua de gentes de toda condición arrodilladas, jóvenes, viejos, padres y madres llevando niños en brazos, campesinos y urbanos... Había mujeres con hábitos blancos que les ofrecían agua o cualquier otra ayuda en su lento y penoso avanzar. La mayoría usaba rodilleras, pero también había quienes no. En un rincón ardían las velas. Los carteles pedían que se dejaran cerca y que a su debido tiempo serían encendidas, ("Deixe aquí a sua vela sera posta a arder em tempo oportuno") pero casi nadie hacía caso y se acercaban al lugar donde se debían colocar. En una zona las iban encendiendo y dejando verticales, pero había un rincón con una gran llama donde otros con más prisa arrojaban la vela.

Hacia las ocho menos veinte continuamos camino. Tomamos la autopista de peaje y llegamos a Oporto cuando estaba oscureciendo. En la guía de viaje que llevábamos faltaba precisamente el cuadernillo de Oporto y no teníamos una dirección para que el navegador nos guiara derechos. El Largo de Santa Catalina resultó ser una placita alta con una ermita, lejos de cualquier hotel. Dimos unas vueltas en la noche y paramos frente al Hotel de la Bolsa: completo. La siguiente pensión disponía sólo de una habitación con cama grande, y como la situación todavía no era desesperada seguimos buscando. A la tercera, en Residencial dos Aliados, en Avenida dos Aliados, tel 222 004853, http://www.residencialaliados.com/, tenían una habitación doble y no lo pensamos más. Nos instalamos, metimos el coche un aparcamiento subterráneo próximo y encontramos un sitio amplio y elegante donde nos dejaron entrar a cenar después de las 22:30 hora local, cuando ya dábamos la cena por perdida. Restaurante - Cafetaria - Cervejaria QRF, en Rua Sá da Bandeira 69 e 75, tel. 222 058 068. Aún entró alguien más después, pero un grupo que lo intentó recién pasadas las once de Oporto ya no fue admitido. Elegimos el primer plato de la carta, "Bacalhau a Braga", de 22 euros para dos personas, y nos trajeron una gran fuente con un trozo grande de bacalao, con cebolla y patatas panaderas bien crujientes también en abundancia. Lo acompañamos de vinho verde Vilacentinho (el vino de la casa, de 5 euros, nos supo muy rico) y de postre tomamos mousse de manga.

Regresamos a la pensión, pusimos en marcha el ventilador que nos habían facilitado y fin de la jornada.

DIA 7 - OPORTO (viernes 13)

Amaneció un día radiante. Los 45 euros de la habitación doble incluían desayuno en la propia pensión, que ocupa todo el edificio. Estábamos instalados en lo más céntrico de Oporto, en una plaza alargada de arquitectura monumental de entre finales del XIX y principios del XX, con paradas de taxis y autobuses y muy fácil de localizar sobre el plano y a pie.

Salimos cuesta abajo, hacia la ría. Por allí se encuentran los barrios más antiguos y pintorescos y el puente de hierro que vimos completamente rodeado de andamios y en proceso de restauración, aunque abierto al tráfico. Anduvimos por las callejas de la parte antigua, visitamos la Igreja dos Grilos y aparecimos en la catedral. Una de las torres estaba cubierta de andamios, y al otro lado se encuentra un estorbo visual: un edificio nuevo con una pared de piedra lisa como un frontón, que viene a ser una especie de cubo con dos paredes de piedra y en los lados opuestos fachadas de cristal. Frente a la catedral se levanta un rollo, una columna salomónica sobre unas escaleras que la rodean, y en lo alto tiene soportes de hierro con capacidad para 4 castigados. A mí se me ocurre proponer a un par: el arquitecto del edificio y el responsable de que el proyecto se ejecutase deberían poder contemplar su obra colgados al sol de esos ganchos.

El claustro de la catedral se encuentra completamente decorado con azulejos, y es un trabajo digno de ver. Al salir seguimos callejeando y entramos a comer en un local que anunciaba menú del día por 5 euros, poco después de las 13:15 hora nuestra. Era un poco temprano y fuimos los primeros, pero fue pasando el tiempo y el local, que era más bien pequeño, se llenó. En la cuenta no figura nombre ni dirección, y dice:
2 Menu almoço 10
1 1/2 Casa 2'50
2 Baba de camelo 3'60
Total 16'10

El plato del día tenía pasta, carne guisada y chorizo, ya no recuerdo si también alguna legumbre, y estaba bueno. Era la primera ocasión de repetir la baba de camelo, y lo hicimos.

Tras la comida seguimos deambulando por la parte antigua (de Oporto recuerdo que también había edificios modernos con fachada de cristal que vimos a la entrada, pero no nos acercamos a aquella zona). Me sorprendió mucho encontrar en un jardín, plantadas en abundancia, equináceas (echinacea angustifolia)
http://www.consumer.es/web/es/nutricion/salud_y_alimentacion/plantas_medicinales/2001/02/20/34876.php
http://www.saludparati.com/equinacea.htm
http://www.aidsinfonet.org/articles.php?articleID=726&newLang=es

Seguimos caminando hasta las cinco y media. No era tarde, pero ya llevábamos una buena paliza de tanto paseo. Entonces sacamos el coche del parking y nos fuimos hasta el Museu Serralves, de arte contemporáneo (http://www.serralves.pt/). Entramos al museo hacia las seis y cuarto y cuando salimos era noche cerrada, después de las diez. Todavía nos quedaba casi una hora, porque cerraban a las diez hora local, y el tiempo había pasado muy rápido, pero el videoarte no es mi fuerte y no necesitábamos apurar la hora de cierre. El edificio también tiene valor en sí mismo, se trata de una casa terminada hacia 1940 que todavía resulta moderna 65 años después. También se habla de ella en la web del museo.

Gracias al interés de Koldo pude conocer la obra de Tony Cragg y, si bien la primera obra me pareció un enorme coprolito (boñiga de dinosaurio fosilizada), luego me fueron gustando cada vez más y terminé muy contento y satisfecho de haberme asomado a una nueva parcela estética.

http://www.enriquecastanos.com/cragg1.htm
http://www.cacmalaga.org/prensa/control/noticias.php?Ruta=../Historico/030530/.

http://www.artcyclopedia.com/artists/cragg_tony.html

Casi tan sorprendente como el entorno y la obra me resultó que la multitud de vigilantes que había no me puso ninguna objeción a que fotografiara las esculturas. Las fotos pueden dar una pálida idea de los objetos, que deben verse desde todas las orientaciones para poder apreciarlos bien.

Regresamos al centro, metimos el coche en el parking y volvimos a cenar al lugar de la víspera. Esta vez pedimos el segundo plato de la carta, "Bacalhau a casa", también de 22 euros, y también delicioso. Sacaron unas tostadas y algunas cosillas para picar al principio y repetimos también con el vino de la casa. Y de ahí, a dormir.

DIA 8 - OPORTO (sábado 14)

Para las diez (nueve hora local) ya estábamos en la calle. Cogimos el coche y fuimos hacia el norte a Viana do Castelo, ya cerca de la frontera con España, adonde llegamos dos horas y media después. Había algún acto folclórico y servían en la plaza comida de la región. Un bollo de pan con bacalao hecho recordando a las hamburguesas y una taza de vino blanco cayeron muy bien, y nos dimos un paseo bastante exhaustivo por la ciudad. Junto a la estación de ferrocarril han construido un centro comercial cuyos baños son ultramodernos: urniarios de cristal traslúcido retroiluminados y dotados de un sensor que suelta el agua cuando te apartas y un lavabo de cristal de varios metros de longitud, sobre el que se alternan grifos, dispensadores de jabón y secamanos. Y por todo el centro comercial se mueve una maqueta de tren de tamaño grande, por una vía lo bastante elevada como para quedar fuera de alcance de niños y gamberros.

Poco antes de las dos y media salíamos sin comer de Viana do Castelo (el bollo nos había dejado sin hambre) y una hora después estábamos en Braga. Es también una ciudad bonita en su conjunto, aunque sin llegar al nivel de Evora, con un buen número de edificios notables: un hospital, una torre fortificada (donde un tal Joao dejó grabado su nombre en 1781), y una catedral iniciada en el románico con el órgano barroco más espectacular que recuerdo. A eso de las cinco nos sentamos en una terraza y pedimos un par de helados. Los trajeron generosos y llevaban grandes trozos de fruta en su interior. De los mejores que he comido.

De pronto apareció un coche tirado por dos caballos. Según el cartel, por 10 euros te daban un paseo para dos personas y, para que nada rompiera el encanto de la situación, había unas grandes bolsas sujetas a los correajes de los caballos destinadas a recoger al vuelo los inevitables excrementos. También veíamos desde nuestra posición en la terraza una gran iglesia en la colina que teníamos enfrente. Aparecía mencionada en la guía y fuimos con el coche. Aquello estaba lleno de gente y, para más animación, se acababa de celebrar una boda. Por la guía supimos que en una de las capillas había reliquias y también exvotos: figuras de cera representando personas o partes del cuerpo mediante las cuales las gentes agradecían y testimoniaban curaciones atribuidas a (posiblemente) San Clemente.

Seguimos viaje y casi una hora después, poco antes de las siete y cuarto, aparcábamos en Guimaraes. El conjunto del casco antiguo también resulta muy interesante y paseamos un buen rato. En una plaza (Largo de Oliveira) está la Igreja da Senhora da Oliveira, que tiene una curiosa fachada: por encima de la portada principal, a varios metros sobre el suelo, hay algo que parece otra portada, de tamaño similar y columnas y arquivoltas más decoradas, que enmarca un muro desnudo, como si fuese una puerta tapiada. Claro que, a esa altura, no tiene sentido. No encontramos información acerca de esa curiosidad. También hay en la plaza una cruz de piedra, protegida de la intemperie por un pequeño cubierto gótico. Pero lo más extraño era la alfombra multicolor que estaban confeccionando con hierba y serrín teñido de distintos colores. Preguntamos y nos dijeron que a las diez habría una procesión. No estábamos a muchos kilómetros de Oporto y contábamos con el navegador, así que por esta vez no tenía inconveniente en conducir un poco de noche por la autopista y decidimos quedarnos a cenar en Guimaraes. Teníamos tiempo de sobra y subimos a ver el castillo y el palacio de los duques de Bragança. El castillo fue mandado edificar en el siglo X por la condesa Mumadona. Asociado al nacimiento y fundación del reino de Portugal, fue el palacio del rey D. Afonso Henriques (1111 - 1185), y en los siglos XII y XIII incorporó las innovaciones defensivas de la época, con la construcción de torres para proteger la muralla y las entradas. Entre castillo y palacio se sitúa la iglesia de S. Miguel do Castelo, muy pequeña y sencilla, de principios del siglo XII. El palacio se comenzó en el primer cuarto del siglo XV por D. Afonso, primer duque de Bragança. Sus dimensiones y algunos elementos arquitectónicos revelan influencias europeas, principalmente francesas. Profundamente alterado a lo largo del tiempo, fue reconstruido y adaptado a museo y a residencia oficial del presidente de la república a mediados del siglo XX.

Regresamos a la plaza, asombrados de encontrar mesas libres en la terraza. Pedimos hamburguesas y agua mineral y, conversando y masticando nos dieron las diez. Puntuales, de una calle que da a la plaza, salieron los de la banda de cornetas y tambores al encuentro de los que portaban una imagen de la Virgen. Tras tocar un momento en la plaza cambiaron de sentido y abrieron la procesión, en la que participaban los que salían de la iglesia y muchos que esperaban en la plaza y se sumaban al grupo. Para las diez y cuarto una máquina barredora de tamaño grande estaba eliminando todo resto de la alfombra vegetal. Poco después de las diez y media (once y media de mi reloj) iniciábamos el retorno a Oporto por la autopista. Al parking y a la pensión.

Hicimos la última parada en la cafetería que hay bajo la pensión (http://www.cafeguarany.com/), donde nos tomamos las cervezas más caras del viaje: dos euros cada una, servidas por camareros que parecían almirantes, con sus chaquetas blancas y sus dorados. En Pamplona cobran casi esa cantidad en cualquier tasca y el sitio era elegante y agradable. Subimos a dormir con intención de madrugar.

DIA 9 - OPORTO - PAMPLONA (domingo 15)

Era demasiado temprano para desayunar y salimos sin perder tiempo. Paramos a desayunar en Vila Real, que me defraudó bastante: acostumbrado a ver ciudades excepcionalmente bellas, ésta era bastante anodina (aunque estaba lejos de poder calificarla como fea). La siguiente parada fue Bragança, ya cerca de la frontera, donde teníamos previsto comer. En Bragança todo era más modesto, más viejo, más pequeño, a excepción del castillo que domina la ciudad. Pero incluso la construcción es de peor calidad: el granito, presente casi siempre, aquí era sustituido por una piedra quebradiza, parecida a la pizarra, que no parecía permitir tallar sillares. Las casas dentro del recinto amurallado tenían más gracia que en el resto de la ciudad (más gracia para el visitante, no para sus habitantes: eran especialmente pequeñas y modestas). El órgano de la catedral estaba desmantelado: faltaban todos los tubos y sólo quedaba el mueble de madera.

Dentro de la ciudadela hay otra iglesia y, junto a ella, el edificio más antiguo: una construcción románica que serviría como depósito de agua el piso inferior y como lugar de reunión el piso superior. Es una construcción única en su género y se le conoce como "Domus Municipalis". Y, dentro del castillo, destaca la torre del homenaje, que hoy alberga un museo militar. Estaban cerrando cuando llegamos, y no pasamos pena por no verlo. Para las doce y media ya habíamos visto prácticamente todo y reemprendimos el camino. Hicimos un amago de parar a comer en un pueblo poco antes de Zamora, pero vimos gente muy arreglada, como de boda, y sospechamos que sería difícil ser atendidos ese día. Seguimos, echamos gasolina (más barata que en Portugal) y recién pasado Zamora nos detuvimos en un complejo de servicios que tenía bar, cafetería 24 horas, salones, comedores de menú y de carta, discoteca... Es el Hotel Rey Don Sancho, en Av. Galicia s/n, tel. 980 523400. Nos atendieron pronto y tomamos el menú, compuesto de tres platos y postre:
- Cocktail de piña (con salsa rosa y gambas bien grandes) / Nidos de patata (3 bolas de patata rellenas de atún, rebozadas y fritas, con mahonesa por encima)
- Pescado / Arroz a la zamorana. - ¿Cómo es el arroz a la zamorana? - ¡Con matanza!. Le aparté la mayoría de los trozos de tocino para comerme el arroz solo. Estaba muy sabroso.
- Cordero asado / Solomillo de cerdo frito.
El vino se llamaba "Las Chanas", de un pueblo de Zamora llamado Casasecas de las Chanas, y sobró mucho. De lo que no quedó ni gota fue de la gaseosa.
- ¿La tarta es casera?
- Sí, muy buena.

Eran tres láminas finas de masa de bizcocho entre las que había dos gruesas capas de nata, y por encima había frutas. Me contuve y dejé la mayor parte de la nata, pero ese sacrificio no serviría de mucho: según la báscula y los pantalones, he engordado.

Hicimos una parada en Burgos, en el exterior del monasterio de Las Huelgas. Así ya lo tengo localizado para la próxima vez, para visitarlo por dentro. Y, finalmente, de Burgos a Pamplona.

Acerqué a Koldo a su casa. Nos despedimos y el coche ya no arrancaba: al girar el contacto no sucedía nada. Reclamé la ayuda de Koldo y, junto con otros que pasaban por allí, arrancamos el coche empujando. En vez de ir a casa, lo aparqué junto al taller y de ahí caminé hasta casa. Cogí mi coche y fui a buscar el equipaje. Habíamos llegado a Pamplona a las 21:35 pero yo entraba en casa hacia las once. Mucho peor hubiera sido ese fallo del arranque en cualquier otro momento, especialmente en los alrededores de Vitoria, donde están las grúas en huelga desde hace cerca de un mes.

Han sido 3100 kilómetros y más de 2000 fotos, sin poder visitar todos los lugares deseados y sin perder ni un minuto en la playa.




Patrimonio UNESCO en Portugal:
http://www1.universia.net/catalogaxxi/C10051PPMXII1/S12374/P12336NN1/INDEX.HTML


Algo sobre Lisboa y fotos:
http://usuarios.lycos.es/victoriano/lisboa.htm