DOMINGUERO

Viajes de fin de semana con origen en Pamplona

25.8.04

32-33/2004-Viaje a Portugal

En los últimos años he hecho algunos breves viajes con Koldo, un amigo desde hace 25 años. Han sido en torno al 15 de agosto, aprovechando el día festivo entre semana, y siempre orientados hacia el interior.

El primer año, con el Peugeot 504, nos volvimos antes de llegar a Mañeru por un calentón. Cambiada la junta de culata repetimos la salida una semana después y visitamos Burgos, León y Zamora, una noche en cada ciudad.

Al año siguiente fuimos más lejos. Aprendí que esquivar Madrid desviándonos desde Alcalá de Henares por Chinchón y Aranjuez no es una buena idea. Dormimos en Toledo, almorzamos en Trujillo (y en la televisión del bar supimos del golpe de estado contra Gorbachov), visitamos Las Hurdes y dormimos en Cáceres. Al otro día fuimos hasta Cuenca, donde pasamos dos noches, y regresamos a Pamplona por Molina de Aragón.

Hacia el 2000 pasamos por Ávila, otorgamos la puntuación más alta a las tapas de Segovia (me refiero a las tapas gratuitas, no a los exquisitos pero muy caros pinchos de San Sebastián) y me quedé admirado con la monumentalidad de Salamanca, desde donde hicimos una excursión hasta Ciudad Rodrigo.

En el 2002 estuvimos en Aragón: Zaragoza, Teruel y un par de días en Albarracín. Vimos arte mudéjar, arquitectura popular y degustamos buen jamón.

Y, para este año optamos por más distancia y más tiempo. Como criterio a la hora de elegir qué visitar me dejé orientar por la UNESCO, que reconoce valores muy seguros. En la página http://www.portugalinsite.com se detallan y comentan todos, que son:

- Centro Histórico de Angra do Heroísmo: Angra do Heroísmo es la capital de la Isla Terceira, una de las nueve islas del archipiélago de las Azores, descubierto por los portugueses en el siglo XV. Imposible llegar en coche.
- Mosteiro de Santa Maria de Belém ou dos Jerónimos, en Lisboa. Es una maravilla.
- Torre de São Vicente de Belém, también en Lisboa y muy cerca del anterior.
- Mosteiro da Batalla. La guía decía que es el mejor gótico de la península, y no parece que exagerara.
- Convento de Cristo, en Tomar. No llegamos a verlo.
- Casco Antiguo de Évora. Disfrutamos de él.
- Mosteiro de Alcobaza. Tengo una visita pendiente al claustro.
- Paisaje Cultural de Sintra. Pese a estar cerca de Lisboa nos faltó tiempo para ver Sintra.
- Casco Antiguo de Oporto. Disfrutamos de varios kilómetros de paseo por sus calles.
- Arte Rupestre Prehistórico del Valle del Côa. Queda para una visita con más tiempo.
- Bosque de Laurisilva. El Bosque Laurisilva de Madeira es un raro y exclusivo conjunto de un tipo de vegetación que se encontraba por todo el Planeta durante la Era Terciaria y que, hoy en día, únicamente se conserva en la Macaronesia (archipiélagos de Madeira, Canarias, Azores y Cabo Verde) gracias a la influencia benéfica del Océano Atlántico: los bosques de lauráceas. Imposible de momento.
- Guimarães. Es otra ciudad recomendable.
- Alto Douro Vinatero. Queda para otra ocasión.

Con siete de estos lugares visitados (y otros de valor parecido), los objetivos culturales se han alcanzado y las expectativas gastronómicas se han superado con creces. Empezamos el viaje.

DIA 1 - PAMPLONA - VISEU (sábado 7)

Tal y como tenía previsto, y así lo había anunciado, el sábado 7 inicié un viaje más largo en compañía de Koldo. Salí con unos pocos minutos de retraso y sin afeitar, pasé por su casa y acomodamos los equipajes. El maletero tenía mucho sitio porque no se trataba de mi coche sino del Opel Vectra de Merche, que usa gasolina sin plomo de 95 octanos pero tiene aire acondicionado. Consideré preferible gastar el doble en combustible que padecer durante muchas horas el previsible calor húmedo del suroeste de la península. El cuentakilómetros marcaba 120.698. El viaje acabó con 123.796.

En algún lugar de la provincia de Burgos paramos a repostar: los caballos del motor su gasolina de 95 y los del interior su café y su tortilla. Área de servicio "Las Lagunas", hotel, restaurante, cafetería, tiendas, souvenirs, y en un gran cartel con enormes letras se lee "AQUÍ SE COME BIEN - Comidas caseras. Especialidad en lechazo asado. Bodas, bautizos, comuniones, empresas". El producto ya no lo recuerdo, no sería ni malo ni bueno, pero el servicio fue muy lento pese a que estábamos en la barra y no había mucha gente en el local. Los urinarios estaban bloqueados por el personal de limpieza y nos quedamos con las ganas. Luego seguimos hasta Salamanca y nos desviamos para visitar Alba de Tormes, a 19 km. de Salamanca. Es un pueblo rico en historia, pero en la actualidad resulta menos próspero. Por ejemplo, un edificio de aspecto anodino luce (corrijo, no luce sino que justamente soporta) en su fachada un conjunto de 6 x 6 azulejos con un Santiago sobre caballo blanco, a los pies del cual hay tres moros, uno de ellos decapitado, y abajo del todo una inscripción: ?BOTICA GENERAL DEL STO. HOSPITAL DE SN. TIAGO Y SN. MARCOS DE ESTA VILLA DE ALVA, CON RL. FACULTAD REINANDO CARLOS IIII SU PROTECTOR AÑO DE 1797?. El edificio contiguo es la "ESCUELA TALLER DE ALBA DE TORMES", y tiene un gran desconchón en la fachada que deja ver la escasa calidad de la mampostería de sus muros. De mejor calidad constructiva son los conventos e iglesias (Iglesia de San Juan de la Cruz y convento de padres carmelitas descalzos, Iglesia de la Anunciación y monasterio de madres carmelitas descalzas, con el sepulcro de Santa Teresa) que, a esas horas, estaban cerrados. Hay también otras iglesias en cuya construcción el ladrillo juega un papel importante (en las puertas de una de ellas está grabado "ESTAS PVERTAS DIO DE LIMOSNA AN?ELA RODRIGEZ RAMIRO AÑO DE 168?", pocas inversiones en publicidad habrán sido tan duraderas aunque su rentabilidad no habrá sido mucha), y una cosa grande y fea en estilo neogótico que, además, está inconclusa: la basílica de Santa Teresa, de los siglos XIX y XX, que tiene cubiertas las dos naves laterales pero cuya nave central queda al aire.

Alba tiene una plaza porticada y algunos edificios de ella tienen cierta gracia, con columnas de hierro fundido y cierto aire moderno de hace un siglo que no me desagrada. Esperaba ver también un imponente palacio de los duques de Alba, pero de él sólo queda una torre y no andábamos sobrados de tiempo ("De su grandioso pasado tan solo resta la torre del homenaje dominando toda la villa. Edificado en el siglo XV, sufre un incendio y práctica destrucción en la Guerra de la Independencia. Restaurado en las últimas décadas deja entrever restos arqueológicos y las magníficas pinturas murales renacentistas en la Sala de la Armería").

Comimos en Cafetería-Restaurante MANOLIN Bodas - Banquetes - Comuniones, C/ Sánchez Llevot 3, teléfono 923 30 07 47. Resultó un sitio sin mucha gracia, aunque con algunos detalles curiosos, a saber:
- unos pequeños vanos en la pared, algunos con cristales fijos y otros con posibilidad de abrir, servían por la parte de fuera como lugar de anidamiento de palomas. A través del cristal rizado se entreveía su actividad.
- La camarera que atendía las mesas vestía una especie de uniforme (blusa azul y pantalón negro, pero no era uniforme porque nadie más había para mantener la uniformidad) pero fuera de eso estaba a la última moda: extensiones trenzadas de diversos colores en la cabeza y unas uñas bicolores como no habíamos visto nunca: el fondo marrón chocolate con pintas claras, color chocolate blanco. No hay como viajar para estar al día.

Pero vamos con lo importante. De primero, jamón con melón (abundante jamón en el fondo del plato sobre el que estaba el melón. Tenía buena pinta.) y para mí ensaladilla rusa, que encontré demasiado caldosa. De segundo, lomo asado y yo pedí merlucilla. Era un trozo pequeño de pescado rebozado, servido con ensalada y patatas fritas, que venían bastante aglomeradas, pero estaba correcto de sabor.
Tomamos natillas caseras de postre. El vino era escaso, en una pequeña botella cuadrada a modo de decantador, pero sobró. La gaseosa se agotó antes de tiempo, porque aquel mal tinto no sé cómo tenía los taninos, pero se diría que venía sobrado de dañinos. Con cafés nos pusimos en 18?30 euros y continuamos viaje. Para las 17:50 ya habíamos repostado nuevamente en una gran gasolinera que hay poco antes de llegar a la frontera.

Ya en Portugal hicimos la primera parada hacia las 18:45 en Guarda, que es la ciudad más alta del país, a poco más de 1000 metros de altura. Corría un viento suave y se podía aguantar el calor. La ciudad conserva parte de sus murallas y la catedral, de granito y estilo manuelino, me impresionó por ser la primera que veía de su clase. Una semana después diría que no es gran cosa, porque he visto edificios de mayor tamaño y belleza.

Llegamos a Viseu, aparcamos en una calle y entramos a preguntar en un hotel, un poco recelosos de las dos estrellas que tenía. El precio eran 45 euros la habitación doble, desayuno e impuestos incluidos, así que no le dimos más vueltas a la cosa: acercamos un poco el coche y descargamos el equipaje. El Hotel Avenida ocupa un edificio de bajo y dos plantas situado en una esquina, junto al edificio de los juzgados (en adelante, DOMUS IUSTITIAE, que es el rótulo que hemos visto repetido en muchas ciudades) y frente a unos jardines, muy cerca de la zona peatonal. Se ve que es antiguo, pero tiene ascensor (qué bueno, para mi pesado bolso con ruedas) y está muy bien conservado. Dimos una vuelta y empezamos a tomarle el pulso al país: un adoquinado de piedras pequeñas que casi podría considerarse mosaico de piedras grandes, enorme presencia de banderas portuguesas en hogares y comercios, incluso ondeando en automóviles particulares y taxis, un mecanismo giratorio para tirar de la cadena, un cordel cerca de la ducha rotulado como "EMERGÊNCIA - ALARM", y los siempre presentes trabajos en azulejos de color... ¿lo adivinas?

Otro detalle es el horario. En Portugal funcionan con la hora canaria, una menos que nosotros. Yo no cambié la hora de mi reloj, y acerté porque tienden a hacer las cosas un poco pronto. No tardamos en descubrir que, mientras habíamos visto un restaurante aceptable para cenar pero buscábamos alguna opción mejor, ya habían dado para ellos las diez de la noche y ya no había nada que hacer, en las puertas colgaba el cartel de ?FECHADO?, que es una palabra que aprendimos rápidamente. Al final entramos en una pizzería que previamente habíamos desechado en favor de la comida local: Piazza di Roma, ristorante italiano, Rua da Prebenda 37. Nos trajeron pan, un queso pequeño y aceitunas negras. Lo del queso como aperitivo es constante en todo Portugal. Luego, como era ya muy tarde, nos dejaron elegir únicamente entre las pizzas, y estaban sabrosas y crujientes. Otra novedad era un aceite de oliva que tenía macerando alguna hoja de laurel y una gran cantidad de cayena. El resultado era un picante tan contundente como cabía esperar y disfrutamos con ello. No salió caro y nos retiramos al hotel.

DÍA 2 - VISEU - MÉRIDA (domingo 8)

El domingo amaneció lluvioso. Paseamos bajo un paraguas grande, puse en peligro la cámara de fotos y como el día no tenía pinta de levantar seguimos camino hacia el siguiente destino planificado, Coimbra.
Durante todo el trayecto llovía, pero al llegar a Coimbra jarreaba. Con una semana por delante y tan malas perspectivas en el plazo inmediato decidimos seguir hacia el sur, esperando encontrar tiempo más seco. Y, ya puestos, fuimos también hacia el interior, para sustraernos de la influencia atlántica. No conocíamos Mérida y yo tenía mucho interés en visitar las ruinas romanas.

Paramos a comer en Pedrogao Pequeno porque la hora iba avanzada, y caímos en un lugar llamado Victoria. Ruidoso, lleno, con pinta de barato? pensamos que no comeríamos mal, y así fue a partir de cuando empezamos. Había una especie de sala de espera repleta de gente, que vimos cuando ya llevábamos más de un cuarto de hora de espera. A la media hora no podía faltar mucho, y sobre todo no podíamos presentarnos en otro sitio ya tan tarde. Nos sentamos en una mesa pequeña que estaba sin recoger. A los tres cuartos de hora seguíamos sin ser atendidos, y, tras una hora de espera nos vinieron con el mantel, platos, y servilletas. Un rato después ya pudimos pedir. Por gestos encargamos una ración de lomo asado con arroz y patatas fritas, similar a la que había en una mesa próxima. Trajeron la bandeja y, tras comer casi todo, quedamos satisfechos. El vino blanco sabía muy extraño, pensamos que tendría sabor extranjero. De postre (allí se llama sobremesa) tomamos tarta helada y puding, que es flan dicho en portugués. La cuenta de los dos no superó los 14'15 euros. Una de las cosas que más me impactó del lugar (y tuvimos tiempo de examinarlo a fondo, en esa hora de espera) fue ver los altavoces tapizados con la misma tela de las cortinas. Ya se sabe, sobre gustos...

A veces escampaba un poco, pero pronto volvía a llover. Seguimos viaje y nos detuvimos hacia las 18:15 en Castelo de Vide, que ocupa una colina en cuyo centro se alza una muralla con alguna torre. Lo dejamos para visitar a la vuelta, pero regresamos por otro camino. Buscamos Badajoz y llegamos a Mérida con sol y la tarde bastante avanzada. El Hostal Nueva España (Avda. de Extremadura 6, tel. 924 313 356) ya no disponía de habitaciones dobles, pero las individuales costaban 23 euros o 25 con aire acondicionado. Pedimos dos de 25 y nos entregaron un mando a distancia para gobernar el aire, que tuvimos que compartir porque el otro que nos correspondía estaba sin pilas. Una pareja que llegó casi detrás se tuvo que alojar en otra parte, porque no cabían en la única habitación individual que quedaba.

Vimos lo feo que resultaba Mérida, nos tomamos un par de rondas en el Círculo Emeritense (4 cañas + tapa de patatas fritas + tapa de aceitunas, 3?20 euros, aproximadamente la mitad de lo que cobran por la cerveza en Pamplona sin dar tapa) y luego esperamos a que se desocupara una mesa en una terraza donde daban raciones de pinchos. Pedimos el surtido de ocho, y había jamón, embutidos, quesos y no recuerdo qué más, y para postre pedimos otro surtido de cuatro. El sitio se llama Dehesa Santa María, y es una franquicia (http://www.dehesasantamaria.com/). Los terminamos y, con la satisfacción del deber cumplido, nos fuimos a descansar para admirar el trabajo de los romanos a la mañana siguiente.

DIA 3 - MÉRIDA - EVORA (lunes 9)

En contra de nuestros pronósticos (basados en deseos más que en datos) el día amaneció cubierto y con una cierta frescura muy agradable. Luego se cubriría más y empezaría una lluvia fina que con el correr del tiempo arreciaría hasta caer con decisión y de manera continuada. Interrumpimos la visita monumental para coger del coche un paraguas grande y calzado cerrado, y por 6 euros compramos un par de paraguas plegables.

El primer monumento que vimos fue el Templo de Diana, que fue utilizado en el renacimiento como apoyo para construir el palacio del Conde de los Corbos. Luego nos dirigimos a la zona más monumental y pasamos por taquilla: 8 euros cada uno para poder visitar 7 enclaves con restos. De ellos únicamente entramos en tres: Teatro/Anfiteatro, Casa Anfiteatro y Casa Mitreo. Teatro y anfiteatro son construcciones de enormes dimensiones, especialmente para los medios de la época. En la actualidad el teatro se emplea en el festival de teatro clásico que se celebra todos los veranos (este año cumple su 50 edición), y había cuadrillas afanadas en montaje y desmontaje de suelos y luces entre la lluvia. La casa situada cerca del anfiteatro conserva unos mosaicos cuyos diseños no han quedado anticuados y algunos motivos geométricos tienen un toque de modernidad. La Casa Mitreo conserva la parte inferior de sus muros y paredes y se puede apreciar la estructura. Está resguardada bajo una cubierta metálica tan mala que en muchos puntos había goteras y se habían formado charcos en los mosaicos, algo que dice muy poco en favor de nuestros arquitectos, contratistas y directores de obra frente a quienes desempeñaban estos oficios sin pasar por la universidad hace dos mil años. Contiguo se encuentra el espacio de los Columbarios, cementerio romano donde se pueden contemplar ajuares funerarios, tumbas y, intercalados con los paneles explicativos, citas clásicas relacionadas con el tema.

"A vivir hay que estar aprendiendo toda la vida, en cambio, lo que quizás te sorprenda más, toda la vida hay que estar aprendiendo a morir." Séneca, 4 a.C. - 65 d.C.

"Me encuentro en el ocaso de la vida y no quiero irme de ella sin haber antes elevado un himno a Epicuro por la felicidad que me ha dado con sus enseñanzas. Deseo transmitir a la posteridad este concepto: 'Las varias divisiones de la Tierra dan a cada pueblo una patria distinta. Pero el mundo habitado ofrece a todos los hombres capaces de amistad una sola casa común: la Tierra.'" Diógenes de Enoanda, s. II d.C.

"Vivís como si la vida tuviera que durar siempre; nunca se os ocurre pensar en vuestra caducidad; no observáis cuánto tiempo ha transcurrido ya, y vais perdiéndolo como si fuera algo sobrado y abundante, siendo así que tal vez aquel mismo día que dedicáis a este hombre o a este asunto, es el último de vuestra vida. Como mortales lo teméis todo, pero todo lo deseáis como si hubierais de ser inmortales. Oirás a la mayoría decir: 'A los cincuenta años me retiraré a descansar; a los sesenta renunciaré a los cargos.? ¿Y qué garantía tienes de que vas a vivir tanto? ¿No te avergüenza no guardar para ti sino los despojos de tu vida y no destinar al cultivo del espíritu más tiempo que el que ya no vale para nada? ¿No es demasiado tarde para empezar a vivir, cuando ya hay que dejar la vida?'" Séneca, 4 a.C. - 65 d.C.

"Entiende que la verdadera riqueza es tener lo que realmente se necesita para una vida feliz y averiguarás cuán fácil es satisfacerla completamente; cree, erróneamente, que la riqueza consiste en poseer todo lo que uno pudiera posiblemente imaginar y soñar, y no habrá nunca un término para tus afanes y sudores." Epicuro, 341 - 270 a.C.

"No es que dispongamos de poco tiempo, es que perdemos mucho. Bastante larga es la vida y aún sobrada para llevar a cabo las mayores empresas, pero cuando discurre entre el lujo y la ociosidad, cuando no se destina a nada provechoso, sólo al vernos, por fin, obligados a cumplir nuestro último deber, sentimos que ha pasado aquella vida cuya marcha no percibíamos." Séneca, 4 a.C. - 65 d.C.

"No hay placer que sea malo en sí mismo. Lo que es malo son las desagradables consecuencias que puedan resultar si no se usa la cabeza cuando se decide qué placeres perseguir y cuáles evitar. Si quieres enriquecer a Pitocles, no acrecientes sus posesiones, sino reduce sus deseos." Epicuro, 341 - 270 a.C.

"Hay gente tan atareada que no tienen tiempo para vivir; gastan su vida a expensas de la vida misma. Ordenan sus pensamientos a largo plazo, a pesar de que la dilación es la peor manera de malgastar la vida, pues suprime el día actual y, a cambio del futuro que promete, nos quita el presente. La espera es el mayor impedimento del vivir, porque depende del mañana y pierde el día de hoy (...) pues todo el porvenir es incierto, vive desde ahora." Séneca, 4 a.C. - 65 d.C.

"No puede haber vida feliz si no es también sabia, honesta y justa; ni se puede vivir con sabiduría, honestidad y justicia, sin que también se viva feliz. Así pues, quien no vive con todas estas cualidades tampoco podrá vivir felizmente." Epicuro, 341 - 270 a.C.

"La vida se divide en tres épocas: el pasado, el presente y el futuro. De éstas, la que ahora vivimos es breve, la que hemos de vivir incierta; sólo la que ya pasó es segura. (...) El tiempo presente es brevísimo, hasta el punto que algunos han negado su existencia, ya que siempre está en marcha, corre y se precipita; antes de llegar ya deja de ser (...). Es decir, que sólo a los atareados les pertenece el tiempo presente, tan breve que no puede acogerse; y aún están tan ocupados, que incluso éste se les escapa." Séneca, 4 a.C. - 65 d.C.

"Se ha de recordar que lo futuro ni es nuestro, ni tampoco deja de serlo; de modo que ni lo esperemos como que ha de venir infaliblemente, ni menos desesperemos de ello como que no ha de venir nunca."
Epicuro, 341 - 270 a.C.

Después pasamos por la Alcazaba (fortaleza árabe terminada en abril de 835, la primera que levantaron en España), que encontramos ya cerrada. En sus muros se pueden ver piedras talladas reutilizadas, que han venido de otra parte.

Seguía lloviendo y terminamos nuestro deambular en La Odisea, freiduría - vinatería, que se encuentra junto a La Iliada café - salón (C/ John Lennon 19) y son del mismo propietario. Tras acomodarnos a salvo de la lluvia (pero no del aire acondicionado, que echaba un chorro frío sobre nuestras ropas humedecidas) vimos que las opciones de comida eran más caras de lo que estábamos dispuestos a pagar. Pedimos un par de bocadillos pequeños de calamares a la romana y dos cañas y a punto estuvimos de cancelar el pedido de los calamares, que tardaron como si tuvieran que salir a pescarlos en aquel momento. Tras ese aperitivo entramos a comer en el restaurante Via Flavia (Plaza de España, 9, tel. 924 301550), donde tenían un menú del día por 9 euros. Ya no recuerdo bien qué comimos (yo, de segundo, mero), pero sí que se puede volver allí.

Mérida se merece una visita, y no por los edificios que quedan en pie. Los de la plaza se alejan un poco del tono entre feo y muy feo del conjunto de la ciudad, y sólo los edificios romanos, cuyas ruinas apenas pueden darnos idea de su pasado esplendor, son dignos de contemplación. Tengo entendido que el museo de arte romano es de buen nivel, pero los lunes los museos están cerrados y no pudimos entrar. Al dirigirnos hacia el coche para regresar a Portugal pasamos cerca del edificio que más descolla, una torre de 15 alturas, en cuya fachada principal se veían anuncios de venta de 6 pisos. Por llevarme una estampa más favorable me detuve a ver el acueducto de los Milagros (830 m. de longitud, 25 m. de altura máxima) en cuya construcción se combinan grandes sillares de granito con ladrillos. Las cigüeñas encuentran esta obra muy adecuada.

Poco antes de las cinco (cuatro en Portugal) nos deteníamos en Elvas. Es una ciudad fortificada, que aún hoy cuenta con un cuartel, y con dos fuertes en colinas adyacentes. Un cementerio inglés recuerda a los muertos en 1811 contra las tropas de Napoleón en batallas muy próximas: Badajoz, a 17 km. y Albuera a 35 km. La tarde estaba soleada, excelente después de un par de días de lluvia, y nos presentamos en Evora después de serpentear con el coche por carreteras locales, evitando la autopista y la carretera nacional.

Siguiendo la prudencia impuesta por la costumbre, buscamos primero el alojamiento. Es una ciudad fortificada y levantada sobre una elevación del terreno, y pronto quedó claro que el coche no iba bien por esas calles intrincadas y con pocos lugares para aparcar, así que lo dejamos junto a las murallas exteriores, al lado de la plaza de toros. Antes de regresar a pie al centro nos acercamos a un hotel. Era de tres o cuatro estrellas y podíamos dormir por 80 euros; tomamos nota y fuimos a buscar algo más barato. Dimos muchas vueltas y lo que encontrábamos estaba completo. Ya de regreso al de los 80 euros por noche vimos uno de la cadena Ibis, que se anunciaba por 55, pero no tenía sitio. De casualidad me fijé en otra cosa con muchas estrellas y entramos a preguntar. Era ALBERGARIA VITÓRIA ****, en Rua Diana de Liz nº 5, tel. 266 707 174, albergaria.vitoria@ip.pt. En la recepción había cola pero nos dijeron que tenían habitaciones libres, así que nos quedamos. Tras el mostrador reinaba un individuo de mediana edad (como yo, tres años arriba o abajo), con idiomas (atendía igualmente en francés y en castellano), camisa blanca y corbata, bien parecido y bien arreglado. Bajo esa fachada acechaba un operario inútil o en huelga de celo, por el que estuvimos esperando de pie más de 60 minutos mientras daba entrada a los tres o cuatro clientes (eran grupos familiares de 4-6 personas) manejando el ordenador con dos dedos e infinitas precauciones. Para cuando nos dio entrada y programó la tarjeta magnética que hacía las veces de llave, teníamos la cena ya bastante comprometida. Dejamos el equipaje y echamos a correr nuevamente cuesta arriba hacia el centro. Entramos sin muchos remilgos en un restaurante que habíamos visto antes (recuerdo ahora que había una habitación barata, con dos camas pero sin ventana. Al subir a verla fue entrar y empezar a sudar, y yo me veía antes conduciendo de noche hacia otra ciudad o pagando lo que fuera que en aquel horno húmedo) en la búsqueda de alojamiento. Era el Café Alentejo - Restaurante, Rua do Raimundo 5 (Junto ao Posto de Turismo), y cenamos con aire acondicionado. El servicio era muy diligente y, sin hablar nosotros nada de portugués y correspondiendo igualmente el camarero, conseguimos cenar de maravilla. Como entrantes, sin pedirlos, nos sacaron queso curado, un platillo frío de garbanzos con bacalao y aceitunas negras. El pan era tipo hogaza, con buen sabor. Luego llegaron el bacalao a la brasa y mi bacalao gratinado, ambos excelentes (7?50 y 8 euros). De postre pedí "Quente e friu", que se había terminado, y me conformé con "Queijinho de ceu", que resultó ser una especie de mazapanes rellenos de yema dulce (1'30 euros). Tomamos un vino blanco (vinho verde) bien frío de 7 euros muy afrutado, cuyo nombre ("Quinta da Aveleda") anoté por si lo veo algún día. Y como estaba muy buena noche entramos en un patio donde había, entre unos árboles con frutos mayores que melones grandes, unas mesas, un par de pozos y a un lado una gran pecera que hacía las veces de barra. Por un euro nos tomamos una cerveza sin ninguna prisa en el Café - Bar - Esplanada O PATIO.

DIA 4 - EVORA - LISBOA (martes 10)

La habitación del hotel era cómoda y los 60 euros incluían dormir y desayuno tipo buffet, y los impuestos. Por otra parte, nadie se había ganado propina.

Dedicamos la mañana a visitar los principales rincones de la ciudad, que ha sido declarada patrimonio mundial por la UNESCO. Catedral, templo romano, iglesia de la Misericordia (pasamos por casualidad y, desde el exterior, no parece gran cosa. Traspasada la primera puerta un cartel dice "Abstraiando de qualquer consideraçao de orden histórica ou arqueológica, temos, para nós, que o mais belo templo de Évora é a IGREJA DA MISERICÓRDIA. Igreja mais equilibrada, mais sobriamente rica em decoraçao, mais bem proporcionada e acolhedora, nao julgamos que a haja em Portugal inteiro!". Tiene un interior con maravillosos azulejos y grandes pinturas, pero supongo que en esa valoración barrerán para casa. En el exterior, aprovechando muro y contrafuertes, se han agarrado como lapas unas construcciones mínimas que no acerté a saber si serían infraviviendas o pequeños negocios), la fuente de mármol blanco de 1556...

Poco después de la una, siempre en horario de Pamplona, estábamos cerca del coche pero nos desviamos porque en una gran explanada que habíamos visto por la tarde se desarrollaba un mercado muy populoso y colorido, donde predominaban los gitanos entre los vendedores. Lo más abundante era la ropa, pero no faltaban herramientas, cacerolas, alfombras, muebles y puestos de comida y bebida.

Una guía de viaje que llevábamos recomendaba un restaurante en Setúbal. Pusimos la dirección en el navegador y llegamos un poco tarde pero a tiempo para comer. En el Hotel Isidro, que tiene un enorme comedor abierto al público, comimos:
- Creme de marisco, 1'75 / Grao de espinafres 1'50 (para mí que era una sopa espesa de acelgas)
- Fanecas fritas, 6 (tres peces con arroz y zanahoria) / Bacalhau a Gomes de Sa, 7'75 (una bandeja de bacalao desalado con patatas panaderas y aceitunas, estaba bueno)
- Jarra grande de vinho branco, 3?20
- Postres: Semifría da casa (una especie de pastel con galletas) / Baba de camelo (un tipo de mousse dulce, lo pedí porque era el nombre más extraño. Después lo he vuelto a pedir, sabiendo ya lo bueno que es)
- Pan y queso como entrantes.

Tras comer nos dimos un paseo hacia la parte antigua, pero ni por esas. De Setúbal no tengo ninguna foto, me pareció una ciudad tan fea que no saqué la cámara de la mochila. No alargamos el paseo innecesariamente y nos dirigimos a Lisboa, donde hacía mucho calor, había obras y calles cortadas y donde descubrí por qué aquí está prohibido que el aire acondicionado instalado en las fachadas gotee agua. Nos costó bastante encontrar alojamiento. Primero nos empeñamos en buscar el que nos habían recomendado en Evora: habíamos estado bien y por no mucho dinero y pedimos consejo sobre algún establecimiento similar en Lisboa. Nos habían mencionado el Hotel D. Carlos, en la calle del Marqués de Pombal. Al marqués no se le dedica una calle, aunque sí una de las principales plazas de Lisboa, que preside junto a un león, ambos de bronce, desde un alto pedestal. En el hotel nos ofrecían una buena ganga: una habitación de 120 euros por solo 100. Seguimos buscando y encontrando sitios o llenos o de cien euros para arriba. Finalmente nos quedamos en la Pensao Residencial Casa Vila Nova, Av. Duque de Loulé 111, 3º. Está junto a la plaza de Pombal y es muy sencillo de orientarse para llegar allí. Y ahí se acaban las ventajas. El baño era tan pequeño que, al sentarme, no conseguía despegar las rodillas de la pared, y el cepillado de dientes había que hacerlo maniobrando con cuidado. La ducha, como se usa de pie, no resultaba tan complicada pero había que andar atento. Ese cuarto formaba parte de una gran vivienda que ocupaba toda la planta, en un edificio que había vivido tiempos mejores: suciedad, desconchones, pulsadores de la escalera rotos, un ascensor con las antiguas puertas correderas de varillas metálicas y criterio propio a la hora de detenerse en el tercero (la precisión se podía medir en palmos). Bajo todo aquel deterioro se adivinaban los mármoles y las buenas maderas, y permanecían las formas elegantes de la fachada, ahora al mismo tiempo ennegrecida y descolorida.

Tras instalarnos salimos a dar una vuelta por la zona de la Praça do Comércio. Cuando se fue haciendo la hora nos sentamos en la terraza de un restaurante, en Largo S. Domingos nº 2 y pedimos unas raciones para compartir:
- Almejas fritas: una gran fuente, con salsa picante, deliciosas.
- Ensalada de pulpo, también muy buena.
- Morcela asada. Esperábamos morcilla pero trajeron una especie de chorizo mediano o longaniza gruesa. También estaba buena, pero no la terminamos.
- Vinho verde, bien fresco y también bueno.
Los platos costaban 4'50, 5'50 y 6 euros, y el vino 5'50.

Y luego volvimos paseando hasta la pensión.

DIA 5 - LISBOA (miércoles 11)

Dormimos con un destartalado ventilador de pie que Koldo consiguió arrancar a la encargada funcionando toda la noche. Por la mañana dimos alguna vuelta buscando dónde desayunar para descubrir que, justo en los bajos de la pensión, había una cafetería con mucho movimiento. El camarero apuntaba tu pedido en un papel y pagabas en caja al salir, igual que en algunos restaurantes buffet. Como el coche estaba aparcado en zona azul lo utilizamos para ir a ver lo primero el monumento a los descubridores.

Aparcamos relativamente cerca y llegamos a un gran monumento que, a medida que nos acercábamos, crecía más. Es moderno y no le encuentro gran mérito artístico, pero impresiona por su tamaño. Grandes colonizadores están representados por figuras enormes, y quizás el mensaje sea que los demás no les llegamos a la suela del zapato. Yo lo intenté pero, por mucho que me estiré no alcancé al final del pedestal. El puente 25 de abril que cruza el Tajo se encuentra cerca, y también resulta imponente: 3.200 metros de longitud (en su momento, el puente colgante más grande de Europa), seis carriles y dos vías de ferrocarril.

Cruzamos bajo la carretera y el ferrocarril por un paso subterráneo y llegamos al monasterio de los jerónimos justo cuando empezaba a llover y recién abiertas las puertas (a las 11, 10 hora local). La entrda cuesta 4?50 euros por persona, pero es un dinero muy bien pagado. Es el edificio más representativo del estilo manuelino, algo así como un gótico tardío muy abundante en decoración y con algunos elementos característicos (decoración a base de cuerdas, frutas y motivos de inspiración marinera y oriental). Es también de tamaño muy grande, pero es su riqueza decorativa lo que más impresiona. Disfrutamos de la visita porque había mucho que ver y no teníamos prisa para exponernos a la lluvia, que pronto arreció. Las gárgolas funcionaban a la perfección, dejando caer por sus gargantas de piedra abundantes chorros de agua. El claustro mantiene el estilo: profusa decoración, gran tamaño? y se pueden visitar sus dos pisos. Una hora y tres cuartos después de entrar estábamos de nuevo en la calle, admirando también el exterior del monasterio y viendo cómo el azul se abría paso en el cielo. Para cuando llegamos a la torre de Belem, hacia la una y veinte (de las de mi reloj, mientras no diga lo contrario), apenas quedaba rastro de nubes. La vimos desde fuera, contemplando también la riada de turistas que llegaban, se hacían la foto con la torre de fondo, y se marchaban. Otros muchos se sumaban a la cola para visitar el interior, pero el tiempo corría y regresamos al coche. Hacia las dos y veinte ya habíamos aparcado en el centro de Lisboa, en el barrio de Chiado, y rápidamente buscamos dónde comer ya que la diferencia de la hora oficial también se mantiene en los hábitos horarios.

El Bar Carioca, en Praça da Trinidade, ocupa los bajos de una casa cuya fachada cubierta de azulejos de inspiración clásica resulta llamativa. En él comimos ensalada de atún (atún de lata, lechuga, patatas cocidas) y yo pedí señalando el plato de la mesa de al lado (alubias con arroz y cuatro piezas de bacalao elaboradas como si fueran hamburguesas). Al terminar preguntaron -¿melao?, alguien entendió que preguntaban si bien, y respondió afirmativamente. Al momento nos trajeron dos gruesas catas de melón, ya cortado y muy bien presentado.

Bajamos la comida paseando por la zona peatonal de la Rua Garrett y buscamos un CD de fados (Mafalda Arnauth, a la que escuchamos en Pamplona a finales de julio). Me hice una foto en la estatua de Fernando Pessoa (que está enterrado en el claustro de los jerónimos), que posa para los turistas horteras con infinita paciencia y que invita a unos segundos de culturilla. He de confesar (y, a mis años, lo hago ya sin rubor) que no he leído a Pessoa, aunque lo intentaré sin concretar fecha. Aprovechamos el tiempo de parquímetro y descendimos hasta la Praça do Comércio, donde se había instalado al aire libre una exposición de fotos de Yann Arthus Bertrand, "La tierra vista desde el cielo" (Earth from above) que fui a ver esta primavera a San Sebastián.
Se habla un poco de esta plaza en http://mipagina.euskaltel.es/cdominguez/Portugal/Lisboa/Itinerar/Comercio.htm

Respecto a las fotos, te recomiendo que las veas en http://www.yannarthusbertrand.com/ y leas en castellano el comentario que acompaña a la mayoría de ellas.

Algo que me llamó mucho la atención es que una de las fotos estaba hecha con una cámara digital, de las que pronto podrán comprar los fotógrafos más solventes: una Canon reflex de 11 megapíxels. La miré de cerca y no se apreciaba ninguna merma de calidad. Es muy probable que en dos o tres años me pueda comprar una igual, y prácticamente imposible que pueda hacer fotos parecidas a las de Bertrand. De momento, lo mejor que ofrece Canon es 8'2 megapíxels en su EOS-1 D Mark II (http://web.canon.jp/Imaging/eos1dm2/html/menu.html).

Recogimos el coche, lo aparcamos cerca de la pensión y regresamos al centro en autobús. Era un "gusano" articulado como los que tenemos en Pamplona, pero el pago resultaba más eficiente: bastaba con acercar la tarjeta (incluso sin sacarla de la cartera) a un sensor. Nosotros adquirimos billetes de cartón tras confirmar con el conductor que nos dejaba cerca del barrio de Alfama. Hizo un gesto como de resignación y subimos. Cuando ya habíamos pasado por la Praça do Comércio y veíamos la cuesta bastante próxima optamos por bajarnos. Nos tocó la bocina y nos hizo un gesto para volver a montarnos, porque dos paradas después nos dejaba más cerca. Tuvimos ocasión de comprobar que su gesto resignado era permanente y no encerraba hostilidad hacia nosotros, cuando se quejó de una conductora que se le cruzó en el carril bus para aparcar. Un botón de muestra acerca de la amabilidad de nuestros vecinos.

El barrio de Alfama es lo más antiguo de Lisboa y en él está la catedral. En lo alto quedan los muros de un castillo, y hay mucha oferta de restaurantes entre sus calles estrechas y en cuesta. En las inmediaciones del castillo vimos un tipo de artesanía que no conocíamos: con una sierra de calar hacían dibujos recortando en el interior de monedas antiguas.

Después de comparar la oferta gastronómica (había restaurantes típicos, bastante económicos, y restaurantes con cantantes de fados, bastante menos económicos), entramos en uno que ofrecía comida portuguesa, india y mozambiqueña. Como todavía veo lejano el día en que pueda ir a Mozambique, insistí en entrar en un local menos atractivo, sin aire acondicionado (después comprobamos que los ventiladores estaban orientados hacia la nada y no aliviaban el calor) pero con platos tentadores. Koldo se decantó por unas ?ambotic de lulas? de la página india (6 euros), y le trajeron calamares con curry, moderadamente picantes, que unidos a la temperatura provocaron gran sudoración. Compartimos los platos y yo encontré todo bueno. Yo pedí las gambas con mandioca del recetario mozambiqueño (10 euros), y era sabor y textura nuevas, pero repetiría. De postre, helado con mango y mousse de fruta tropical, y un vino blanco frío ayudó con el picante y el calor.
En todo el restaurante estábamos nosotros y una mesa ocupada por cuatro personas mayores. El sitio se llama MATOLA RIO, en Travessa do Almargem, 4-A, tel. 21 888 26 34

DIA 6 - LISBOA - OPORTO (jueves 12)

Nos habíamos retirado pronto y pagado de víspera la pensión (40 euros por noche la habitación doble), y salimos temprano, antes de que empezase a correr el tiempo del parkímetro. Paramos a desayunar en Santarem, café con leche y dulces típicos de la región. Luego nos encontramos con la iglesia de Santa María da Graça, una joya del gótico en cuyo interior no dejan fotografiar. Tiene techumbre de madera y allí descansa desde 1520 Cabral, el descubridor de Brasil en 1500. Junto a la iglesia está el consulado de Brasil y parece que atrae muchos visitantes.

Atraídos por la fama de Nazaré buscamos ese pueblo. Nos faltó poco para salir sin pisarlo, porque la entrada a la zona baja, donde están puerto y playas, era un caos para circular y no se veía dónde aparcar. Parecía también que fueran fiestas, porque había algunas barracas, y esquivando el tráfico se movían entre los coches unas mujeres con carteles en la mano, al principio me parecían pedigüeñas. Luego nos fijamos que en el cartel ofrecían alojamiento en sus casas. Antes de darnos por vencidos subimos en coche a la parte alta (también cuentan con un funicular para ese recorrido) y el panorama cambió. Aparcamos rápidamente y encontramos entre los muchos restaurantes uno que nos atrajo con un "Arroz de marisco" que costaba 18 euros para 2 personas. El restaurante O CANTINHO es un negocio familiar pequeño con terraza. Nos acomodamos dentro, bien a la sombra, y picamos algo mientras venía el arroz. Trajeron al fin una gran olla de barro con arroz caldoso y trozos y pinzas grandes de centollo, y los alicates necesarios para lidiar con aquellos bichos tan grandes. Comimos abundante arroz, nos salpicamos las camisetas y salimos satisfechos para ver el pueblo con mejores ojos que en ayunas.

En la plaza hay multitud de tiendas de recuerdos, y un mirador sobre la playa y el mar que quedan bajo el acantilado. El motocarro del heladero y la mesa de frutos secos completaban la oferta. La iglesia tiene un interior más rico y bello de lo que cabría esperar del lugar, y un cartel prohibiendo las fotos, del que hice caso omiso con cierta discreción.

De ahí retrocedimos para detenernos en el monasterio de Alcobaça. A pesar del calor no entramos en el bar que hay enfrente: se llama TAVERNA O CAPADOR. En el interior hay sepulturas ilustres y antiguas, y en los extremos del crucero, uno frente al otro, se encuentran los sepulcros de Don Pedro y de Doña Inés de Castro. En el panel se lee "Inês de Castro, nobre castelhana, entrou na corte portuguesa como dama de honor de D. Constança, mulher do infante D. Pedro, herdeiro do trono. Receoso das consequências políticas dos amores de D. Pedro e D. Inês, D. Alfonso IV ordenou a execuçao de Inês de Castro. Depois de subir ao trono, em 1360, D. Pedro reabilitou a memória da amada, declarando sob juramento ter casado em segredo com Inês de Castro." Copio de la red una breve semblanza en castellano, pero te animo a leer una versión más amplia e ilustrada en http://www.ciberjob.org/mujeres/historia/ines/

"PEDRO I EL JUSTICIERO (1320-1367). Rey de Portugal (1357-1367)
Su padres fueron Alfonso IV y Beatriz de Castilla. Restableció privilegios a los municipios e instituyó el beneplácito regio, medida que pretendía revalorizar el poder real frente al papado y al clero. Gozó de gran popularidad, ya que era, además de justiciero, generoso, holgazán, y le gustaba comer, bailar y cantar por las calles de Lisboa. Aún infante, y casado en segundas nupcias con la noble castellana Constanza, se enamoró de Inés de Castro, dama de la corte. La previsión de la influencia en el futuro rey de la familia de los Castro, se consideró perniciosas para los intereses políticos portugueses. Inés de Castro fue asesinada y se hizo reconocimiento público de la reina, después de muerta. Tras estos acontecimientos, don Pedro se rebeló contra su padre, atacando diversas tierras al norte del Duero e intentando conquistar la ciudad de Oporto. Con su llegada al trono exigió la extradición de los ejecutores de la muerte de su amada, que sufrieron un castigo implacable. Falleció el 18 de enero de 1367. Don Pedro y doña Inés de Castro yacen juntos en el monasterio de Alcobaca."

El programa para el día era muy apretado y prescindimos de visitar el claustro por 4'5 euros. Salimos de la ciudad hacia las cinco y cuarto. Media hora después estábamos en el monasterio de Batalha. Gótico, enorme, de decoración primorosa, una maravilla para estar horas y horas con la boca abierta. En una capilla hay panteones de la realeza que, por mi completa ignorancia de la historia de Portugal, no pude relacionar con épocas ni hechos. Tampoco aquí entramos al claustro, que queda junto con el anterior para el próximo viaje a Portugal.

Una señal de tráfico indicaba que Fátima quedaba muy cerca. No teníamos intención de ir, y ya eran las seis y veinte, pero la ocasión era inmejorable. Lo que sí era mejorable era la carretera, un puerto sin tercer carril donde íbamos en una larga fila tras un camión. Llegamos poco antes de las siete.

Nada más entrar al pueblo se veía gran actividad, gentes que iban y venían, e infraestructura hostelera. Se me quedó el nombre del Hotel Verbo Divino y del Snack-Bar Juan Pablo II. Llegamos con cierta dificultad a un gran aparcamiento y al poco ya habíamos aparcado. Había multitud de autobuses, muchos más coches y, pese a los carteles que lo prohibían expresamente, gran cantidad de tiendas de campaña y de grupos en sillas de campo o sobre el suelo, reunidos alrededor de las neveras y las fiambreras.

Llegamos a la gran explanada, donde se estaba celebrando una misa. Desde el extremo se acercaba una hilera bastante continua de gentes de toda condición arrodilladas, jóvenes, viejos, padres y madres llevando niños en brazos, campesinos y urbanos... Había mujeres con hábitos blancos que les ofrecían agua o cualquier otra ayuda en su lento y penoso avanzar. La mayoría usaba rodilleras, pero también había quienes no. En un rincón ardían las velas. Los carteles pedían que se dejaran cerca y que a su debido tiempo serían encendidas, ("Deixe aquí a sua vela sera posta a arder em tempo oportuno") pero casi nadie hacía caso y se acercaban al lugar donde se debían colocar. En una zona las iban encendiendo y dejando verticales, pero había un rincón con una gran llama donde otros con más prisa arrojaban la vela.

Hacia las ocho menos veinte continuamos camino. Tomamos la autopista de peaje y llegamos a Oporto cuando estaba oscureciendo. En la guía de viaje que llevábamos faltaba precisamente el cuadernillo de Oporto y no teníamos una dirección para que el navegador nos guiara derechos. El Largo de Santa Catalina resultó ser una placita alta con una ermita, lejos de cualquier hotel. Dimos unas vueltas en la noche y paramos frente al Hotel de la Bolsa: completo. La siguiente pensión disponía sólo de una habitación con cama grande, y como la situación todavía no era desesperada seguimos buscando. A la tercera, en Residencial dos Aliados, en Avenida dos Aliados, tel 222 004853, http://www.residencialaliados.com/, tenían una habitación doble y no lo pensamos más. Nos instalamos, metimos el coche un aparcamiento subterráneo próximo y encontramos un sitio amplio y elegante donde nos dejaron entrar a cenar después de las 22:30 hora local, cuando ya dábamos la cena por perdida. Restaurante - Cafetaria - Cervejaria QRF, en Rua Sá da Bandeira 69 e 75, tel. 222 058 068. Aún entró alguien más después, pero un grupo que lo intentó recién pasadas las once de Oporto ya no fue admitido. Elegimos el primer plato de la carta, "Bacalhau a Braga", de 22 euros para dos personas, y nos trajeron una gran fuente con un trozo grande de bacalao, con cebolla y patatas panaderas bien crujientes también en abundancia. Lo acompañamos de vinho verde Vilacentinho (el vino de la casa, de 5 euros, nos supo muy rico) y de postre tomamos mousse de manga.

Regresamos a la pensión, pusimos en marcha el ventilador que nos habían facilitado y fin de la jornada.

DIA 7 - OPORTO (viernes 13)

Amaneció un día radiante. Los 45 euros de la habitación doble incluían desayuno en la propia pensión, que ocupa todo el edificio. Estábamos instalados en lo más céntrico de Oporto, en una plaza alargada de arquitectura monumental de entre finales del XIX y principios del XX, con paradas de taxis y autobuses y muy fácil de localizar sobre el plano y a pie.

Salimos cuesta abajo, hacia la ría. Por allí se encuentran los barrios más antiguos y pintorescos y el puente de hierro que vimos completamente rodeado de andamios y en proceso de restauración, aunque abierto al tráfico. Anduvimos por las callejas de la parte antigua, visitamos la Igreja dos Grilos y aparecimos en la catedral. Una de las torres estaba cubierta de andamios, y al otro lado se encuentra un estorbo visual: un edificio nuevo con una pared de piedra lisa como un frontón, que viene a ser una especie de cubo con dos paredes de piedra y en los lados opuestos fachadas de cristal. Frente a la catedral se levanta un rollo, una columna salomónica sobre unas escaleras que la rodean, y en lo alto tiene soportes de hierro con capacidad para 4 castigados. A mí se me ocurre proponer a un par: el arquitecto del edificio y el responsable de que el proyecto se ejecutase deberían poder contemplar su obra colgados al sol de esos ganchos.

El claustro de la catedral se encuentra completamente decorado con azulejos, y es un trabajo digno de ver. Al salir seguimos callejeando y entramos a comer en un local que anunciaba menú del día por 5 euros, poco después de las 13:15 hora nuestra. Era un poco temprano y fuimos los primeros, pero fue pasando el tiempo y el local, que era más bien pequeño, se llenó. En la cuenta no figura nombre ni dirección, y dice:
2 Menu almoço 10
1 1/2 Casa 2'50
2 Baba de camelo 3'60
Total 16'10

El plato del día tenía pasta, carne guisada y chorizo, ya no recuerdo si también alguna legumbre, y estaba bueno. Era la primera ocasión de repetir la baba de camelo, y lo hicimos.

Tras la comida seguimos deambulando por la parte antigua (de Oporto recuerdo que también había edificios modernos con fachada de cristal que vimos a la entrada, pero no nos acercamos a aquella zona). Me sorprendió mucho encontrar en un jardín, plantadas en abundancia, equináceas (echinacea angustifolia)
http://www.consumer.es/web/es/nutricion/salud_y_alimentacion/plantas_medicinales/2001/02/20/34876.php
http://www.saludparati.com/equinacea.htm
http://www.aidsinfonet.org/articles.php?articleID=726&newLang=es

Seguimos caminando hasta las cinco y media. No era tarde, pero ya llevábamos una buena paliza de tanto paseo. Entonces sacamos el coche del parking y nos fuimos hasta el Museu Serralves, de arte contemporáneo (http://www.serralves.pt/). Entramos al museo hacia las seis y cuarto y cuando salimos era noche cerrada, después de las diez. Todavía nos quedaba casi una hora, porque cerraban a las diez hora local, y el tiempo había pasado muy rápido, pero el videoarte no es mi fuerte y no necesitábamos apurar la hora de cierre. El edificio también tiene valor en sí mismo, se trata de una casa terminada hacia 1940 que todavía resulta moderna 65 años después. También se habla de ella en la web del museo.

Gracias al interés de Koldo pude conocer la obra de Tony Cragg y, si bien la primera obra me pareció un enorme coprolito (boñiga de dinosaurio fosilizada), luego me fueron gustando cada vez más y terminé muy contento y satisfecho de haberme asomado a una nueva parcela estética.

http://www.enriquecastanos.com/cragg1.htm
http://www.cacmalaga.org/prensa/control/noticias.php?Ruta=../Historico/030530/.

http://www.artcyclopedia.com/artists/cragg_tony.html

Casi tan sorprendente como el entorno y la obra me resultó que la multitud de vigilantes que había no me puso ninguna objeción a que fotografiara las esculturas. Las fotos pueden dar una pálida idea de los objetos, que deben verse desde todas las orientaciones para poder apreciarlos bien.

Regresamos al centro, metimos el coche en el parking y volvimos a cenar al lugar de la víspera. Esta vez pedimos el segundo plato de la carta, "Bacalhau a casa", también de 22 euros, y también delicioso. Sacaron unas tostadas y algunas cosillas para picar al principio y repetimos también con el vino de la casa. Y de ahí, a dormir.

DIA 8 - OPORTO (sábado 14)

Para las diez (nueve hora local) ya estábamos en la calle. Cogimos el coche y fuimos hacia el norte a Viana do Castelo, ya cerca de la frontera con España, adonde llegamos dos horas y media después. Había algún acto folclórico y servían en la plaza comida de la región. Un bollo de pan con bacalao hecho recordando a las hamburguesas y una taza de vino blanco cayeron muy bien, y nos dimos un paseo bastante exhaustivo por la ciudad. Junto a la estación de ferrocarril han construido un centro comercial cuyos baños son ultramodernos: urniarios de cristal traslúcido retroiluminados y dotados de un sensor que suelta el agua cuando te apartas y un lavabo de cristal de varios metros de longitud, sobre el que se alternan grifos, dispensadores de jabón y secamanos. Y por todo el centro comercial se mueve una maqueta de tren de tamaño grande, por una vía lo bastante elevada como para quedar fuera de alcance de niños y gamberros.

Poco antes de las dos y media salíamos sin comer de Viana do Castelo (el bollo nos había dejado sin hambre) y una hora después estábamos en Braga. Es también una ciudad bonita en su conjunto, aunque sin llegar al nivel de Evora, con un buen número de edificios notables: un hospital, una torre fortificada (donde un tal Joao dejó grabado su nombre en 1781), y una catedral iniciada en el románico con el órgano barroco más espectacular que recuerdo. A eso de las cinco nos sentamos en una terraza y pedimos un par de helados. Los trajeron generosos y llevaban grandes trozos de fruta en su interior. De los mejores que he comido.

De pronto apareció un coche tirado por dos caballos. Según el cartel, por 10 euros te daban un paseo para dos personas y, para que nada rompiera el encanto de la situación, había unas grandes bolsas sujetas a los correajes de los caballos destinadas a recoger al vuelo los inevitables excrementos. También veíamos desde nuestra posición en la terraza una gran iglesia en la colina que teníamos enfrente. Aparecía mencionada en la guía y fuimos con el coche. Aquello estaba lleno de gente y, para más animación, se acababa de celebrar una boda. Por la guía supimos que en una de las capillas había reliquias y también exvotos: figuras de cera representando personas o partes del cuerpo mediante las cuales las gentes agradecían y testimoniaban curaciones atribuidas a (posiblemente) San Clemente.

Seguimos viaje y casi una hora después, poco antes de las siete y cuarto, aparcábamos en Guimaraes. El conjunto del casco antiguo también resulta muy interesante y paseamos un buen rato. En una plaza (Largo de Oliveira) está la Igreja da Senhora da Oliveira, que tiene una curiosa fachada: por encima de la portada principal, a varios metros sobre el suelo, hay algo que parece otra portada, de tamaño similar y columnas y arquivoltas más decoradas, que enmarca un muro desnudo, como si fuese una puerta tapiada. Claro que, a esa altura, no tiene sentido. No encontramos información acerca de esa curiosidad. También hay en la plaza una cruz de piedra, protegida de la intemperie por un pequeño cubierto gótico. Pero lo más extraño era la alfombra multicolor que estaban confeccionando con hierba y serrín teñido de distintos colores. Preguntamos y nos dijeron que a las diez habría una procesión. No estábamos a muchos kilómetros de Oporto y contábamos con el navegador, así que por esta vez no tenía inconveniente en conducir un poco de noche por la autopista y decidimos quedarnos a cenar en Guimaraes. Teníamos tiempo de sobra y subimos a ver el castillo y el palacio de los duques de Bragança. El castillo fue mandado edificar en el siglo X por la condesa Mumadona. Asociado al nacimiento y fundación del reino de Portugal, fue el palacio del rey D. Afonso Henriques (1111 - 1185), y en los siglos XII y XIII incorporó las innovaciones defensivas de la época, con la construcción de torres para proteger la muralla y las entradas. Entre castillo y palacio se sitúa la iglesia de S. Miguel do Castelo, muy pequeña y sencilla, de principios del siglo XII. El palacio se comenzó en el primer cuarto del siglo XV por D. Afonso, primer duque de Bragança. Sus dimensiones y algunos elementos arquitectónicos revelan influencias europeas, principalmente francesas. Profundamente alterado a lo largo del tiempo, fue reconstruido y adaptado a museo y a residencia oficial del presidente de la república a mediados del siglo XX.

Regresamos a la plaza, asombrados de encontrar mesas libres en la terraza. Pedimos hamburguesas y agua mineral y, conversando y masticando nos dieron las diez. Puntuales, de una calle que da a la plaza, salieron los de la banda de cornetas y tambores al encuentro de los que portaban una imagen de la Virgen. Tras tocar un momento en la plaza cambiaron de sentido y abrieron la procesión, en la que participaban los que salían de la iglesia y muchos que esperaban en la plaza y se sumaban al grupo. Para las diez y cuarto una máquina barredora de tamaño grande estaba eliminando todo resto de la alfombra vegetal. Poco después de las diez y media (once y media de mi reloj) iniciábamos el retorno a Oporto por la autopista. Al parking y a la pensión.

Hicimos la última parada en la cafetería que hay bajo la pensión (http://www.cafeguarany.com/), donde nos tomamos las cervezas más caras del viaje: dos euros cada una, servidas por camareros que parecían almirantes, con sus chaquetas blancas y sus dorados. En Pamplona cobran casi esa cantidad en cualquier tasca y el sitio era elegante y agradable. Subimos a dormir con intención de madrugar.

DIA 9 - OPORTO - PAMPLONA (domingo 15)

Era demasiado temprano para desayunar y salimos sin perder tiempo. Paramos a desayunar en Vila Real, que me defraudó bastante: acostumbrado a ver ciudades excepcionalmente bellas, ésta era bastante anodina (aunque estaba lejos de poder calificarla como fea). La siguiente parada fue Bragança, ya cerca de la frontera, donde teníamos previsto comer. En Bragança todo era más modesto, más viejo, más pequeño, a excepción del castillo que domina la ciudad. Pero incluso la construcción es de peor calidad: el granito, presente casi siempre, aquí era sustituido por una piedra quebradiza, parecida a la pizarra, que no parecía permitir tallar sillares. Las casas dentro del recinto amurallado tenían más gracia que en el resto de la ciudad (más gracia para el visitante, no para sus habitantes: eran especialmente pequeñas y modestas). El órgano de la catedral estaba desmantelado: faltaban todos los tubos y sólo quedaba el mueble de madera.

Dentro de la ciudadela hay otra iglesia y, junto a ella, el edificio más antiguo: una construcción románica que serviría como depósito de agua el piso inferior y como lugar de reunión el piso superior. Es una construcción única en su género y se le conoce como "Domus Municipalis". Y, dentro del castillo, destaca la torre del homenaje, que hoy alberga un museo militar. Estaban cerrando cuando llegamos, y no pasamos pena por no verlo. Para las doce y media ya habíamos visto prácticamente todo y reemprendimos el camino. Hicimos un amago de parar a comer en un pueblo poco antes de Zamora, pero vimos gente muy arreglada, como de boda, y sospechamos que sería difícil ser atendidos ese día. Seguimos, echamos gasolina (más barata que en Portugal) y recién pasado Zamora nos detuvimos en un complejo de servicios que tenía bar, cafetería 24 horas, salones, comedores de menú y de carta, discoteca... Es el Hotel Rey Don Sancho, en Av. Galicia s/n, tel. 980 523400. Nos atendieron pronto y tomamos el menú, compuesto de tres platos y postre:
- Cocktail de piña (con salsa rosa y gambas bien grandes) / Nidos de patata (3 bolas de patata rellenas de atún, rebozadas y fritas, con mahonesa por encima)
- Pescado / Arroz a la zamorana. - ¿Cómo es el arroz a la zamorana? - ¡Con matanza!. Le aparté la mayoría de los trozos de tocino para comerme el arroz solo. Estaba muy sabroso.
- Cordero asado / Solomillo de cerdo frito.
El vino se llamaba "Las Chanas", de un pueblo de Zamora llamado Casasecas de las Chanas, y sobró mucho. De lo que no quedó ni gota fue de la gaseosa.
- ¿La tarta es casera?
- Sí, muy buena.

Eran tres láminas finas de masa de bizcocho entre las que había dos gruesas capas de nata, y por encima había frutas. Me contuve y dejé la mayor parte de la nata, pero ese sacrificio no serviría de mucho: según la báscula y los pantalones, he engordado.

Hicimos una parada en Burgos, en el exterior del monasterio de Las Huelgas. Así ya lo tengo localizado para la próxima vez, para visitarlo por dentro. Y, finalmente, de Burgos a Pamplona.

Acerqué a Koldo a su casa. Nos despedimos y el coche ya no arrancaba: al girar el contacto no sucedía nada. Reclamé la ayuda de Koldo y, junto con otros que pasaban por allí, arrancamos el coche empujando. En vez de ir a casa, lo aparqué junto al taller y de ahí caminé hasta casa. Cogí mi coche y fui a buscar el equipaje. Habíamos llegado a Pamplona a las 21:35 pero yo entraba en casa hacia las once. Mucho peor hubiera sido ese fallo del arranque en cualquier otro momento, especialmente en los alrededores de Vitoria, donde están las grúas en huelga desde hace cerca de un mes.

Han sido 3100 kilómetros y más de 2000 fotos, sin poder visitar todos los lugares deseados y sin perder ni un minuto en la playa.




Patrimonio UNESCO en Portugal:
http://www1.universia.net/catalogaxxi/C10051PPMXII1/S12374/P12336NN1/INDEX.HTML


Algo sobre Lisboa y fotos:
http://usuarios.lycos.es/victoriano/lisboa.htm