DOMINGUERO

Viajes de fin de semana con origen en Pamplona

8.2.05

06/2005-Munilla y Cinco Villas

El jueves 3 asistí a una deliciosa conferencia "Cuatro lecciones con Francisco Jarauta. La tensión de la forma: lecturas de la Historia del Arte." Cuarta lección: Expresionismo: de Kandinsky a Klee. Bajo ese título aguardaba una disertación amena sobre tema tan arduo, ilustrada permanentemente por diapositivas. Asistimos al nacimiento de la abstracción pictórica guiados por alguien que apreciaba profundamente las obras que iba presentando, y que transmitía su entusiasmo por todas y cada una de las pinturas. Aunque todavía estoy lejos de apreciar valores unánimemente reconocidos como Barceló, quizás haya avanzado algún pasito en esa dirección.

El sábado 5 tenía el plan de costumbre: mover las piernas y los ojos. El almuerzo fue en Cafetería Las Navas, de Calahorra, de 10:00 a 10:30. De 11:30 a 15:00 caminata por los montes de Munilla, entre el yacimiento de huellas de dinosaurio y el parque eólico. Había restos de nieve por el monte y barro de la calidad más deslizante en algunas zonas de la pista. Justo al lado de las icnitas el coche empezó a patinar y dejó de subir, así que lo dejé caer marcha atrás y aparqué fuera de la curva. Mientras me ataba las botas vimos subir a toda velocidad un coche azul cubierto de salpicaduras de barro. Cuando abordó la curva yo ya lo veía rodando por la ladera, pero la tomó con pericia, salió rápido de ella y entró y salió en un instante de la zona embarrada que a mí me había atrapado. Le calculamos a ojo unos 50 kilómetros/hora, y una buena cantidad de adrenalina en el torrente sanguíneo. Y tomé nota: a cierta velocidad el barro no se pega a las cubiertas (yo tenía una capa de dos dedos de barro y piedras rodeando las ruedas), pero creo que no pondré en práctica ese aprendizaje, que un patinazo ahí se resuelve con un golpe grande o infinidad de vueltas de campana, según a qué lado sea. Tomamos la pista a pie y llegamos finalmente a la cresta y a los molinos de viento (bueno, aerogeneradores). Como la pista daba un poco de rodeo, quisimos atajar a la vuelta y conseguimos justo lo contrario. Recuperamos la pista, llegamos al coche y nos presentamos en el casino de Munilla para encontrarnos en la puerta un papel: "Cerrado hasta el 11 de febrero". Sopesando horario, calidades y precios, optamos por el Asador Tiburcio, en Herce, y tuvimos suerte. Nos sentamos pasadas las tres y veinte y pedimos del menú lo mismo. De primero macarrones, buenos. De segundo, pescadilla. No diré que estuviera mala, pero mucho menos que me supiera buena. Desde el plato, la pescadilla miraba entre hostil y resentida, la boca abierta mostrando los dientes y los ojos arrugados pero clavándose fijamente. Al paladar estaba... ausente. La habían cocinado cocida y no sabía a nada, para bien ni para mal. De postre, arroz con leche, casero, bastante espeso, con canela, bastante bueno pero para mi gusto demasiado frío. 2 menús a 10 euros, 2 cafés a 1 euro, 7% de IVA, total 23'54. Seguiremos volviendo a ese restaurante y yo procuraré no picar con la pescadilla.

Satisfechos por la caminata, próxima a los 16 kilómetros, nos dimos sin remordimiento un paseo en coche: entramos en Peroblasco. En una pancarta visible desde la carretera se leía "IGLESIA, AGUA, INTERNET, SOLUCION". La iglesia estaba en ruinas y los restos que permanecían en pie amenazaban con aguantar poco y llevarse a alguien por delante; el resto de los problemas son fáciles de imaginar aunque no veo cómo conseguirán las inversiones necesarias para las autopistas de la información cuando a la carretera no le llegan remiendos para los baches, ni siquiera pintura. Pasamos por Enciso y paramos en El Villar, Poyales, Navalsaz. El Villar está muy abandonado, y se ve que en fechas recientes se han arreglado varias casas como vivienda para fines de semana o vacaciones. Sobre la espadaña de mampostería de la iglesia en algún momento del siglo pasado (el XX ha sido el más bárbaro hasta el momento, ojalá no lo superemos en el XXI) perpetraron un añadido de ladrillos revocados con cemento en forma de dos ridículas torrecitas con unas minúsculas almenas tras las que se podrían proteger únicamente muñecos de guiñol. El resto del pueblo conserva, mientras sigan en pie, bellos ejemplos de arquitectura popular. Lo mismo encontramos en Poyales. Todas las formas de vida que allí encontramos eran un gato que se acercó a la carrera en busca de mimos. Poco después apareció una perra negra, y ambos nos acompañaron durante el recorrido por el pueblo. Era como si la soledad de aquel pueblo, con la iglesia y buena parte de sus casas en ruinas, hubiera forzado al can y al felino a colaborar de alguna manera en vez de mantener las hostilidades. Una pequeña excavadora de color morado estaba allí, pero claramente fuera de lugar. Sabiendo que carezco de magnetismo natural (mis fracasos de adolescencia y juventud con las chicas son un argumento incontestable), sólo en la profunda soledad de aquel lugar encuentro explicación al siguiente hecho: me puse a orinar en un rincón, sobre la nieve, y enseguida se acercó la perra y olfateó. Cuando yo me apartaba ella se agachó y orinó allí mismo, y ya se acercaba y me rodeaba a mucha menor distancia que antes, tanto que tuve cuidado de evitar que se montara en el coche conmigo. Ignoro si su corazón perruno se sintió abandonado, pero (como alguien dijo) lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. Llegamos a Navalsaz casi sin luz. Tienen una iglesia en pie y otra en ruinas, y se veían algunos coches y unas pocas personas.

Tomamos el camino de regreso y paramos en Arnedillo, donde estuvimos entre las siete y las nueve.
Durante el baño distinguí la silueta de un peinado característico, y al poco estábamos en animada conversación con Asun y Pedro, con quienes el tiempo pasó muy rápido. Hacia las diez y media estábamos en Pamplona.

Domingo 6. Tras preparar la excursión con un mes de antelación, haber presentado seis posibles rutas y confirmar el viernes lugar y hora de la cita, llegó el momento. Había quedado con un compañero de estudios de los remotos tiempos del bachillerato y su mujer. A la hora convenida, las nueve, aparece ella sola. A él se le alargó una comida y a punto estuvo de sorprenderle el alba de regreso a casa, si hubiese sido verano habría necesitado las gafas de sol. Se quedó durmiendo como un angelito y sin él nos fuimos a ver piedras.

A las diez estábamos viendo la iglesia-fortaleza de Ujué. La visita resultó breve porque, con niebla y lluvia, no se divisaba nada desde aquella atalaya, y hacía un frío que pelaba. Seguimos camino hacia Sangüesa, donde llovía ligeramente. Vimos la portada románica de la iglesia de Santa María, algunos palacios barrocos y los pinchos del Bar Landa, que merecen repetir visita: los mini-bocadillos de tortilla de chistorra y de tortilla de gulas nos templaron el cuerpo y seguimos viaje con una visión más optimista del mundo. Ya estaba bien de ver cosas bonitas, así que camino de Sos del Rey Católico quise mostrarle el que considero el pueblo más feo en cien kilómetros a la redonda, y nos asomamos a Campo Real. Y ya llegamos a Sos del Rey Católico, que visitamos con algo más de detenimiento. De Sos del Rey Católico fuimos a Uncastillo, y hubo un tramo en el que había varios dedos de nieve en la carretera. Vimos algunas iglesias, dimos una vuelta alrededor del castillo, entramos a comer a CASA FORTÚN. Fuera anunciaba un menú de 12'50 + IVA que resultaba bastante adecuado, del que elegimos:
- Ensalada ilustrada / Pastel de verduras. La ensalada era grande y variada y el pastel de verduras llevaba guisantes, champiñones, zanahoria, etc., todo ello ligado con huevo y servido con una salsa muy suave.
- Pechugas de pollo con salsa roquefort y patatas panaderas / Rollitos de calamar con tocino y verduritas. El pollo estaba bueno y no tenía ningún misterio, pero los rollitos me resultaron muy novedosos. Unas tiras de calamar estaban envueltas en una loncha de tocino, y todo ello frito y acompañado de verduritas también fritas. El resultado final era armonioso, una agradable sorpresa.
- Tarta de queso, casera, buena.
- El vino no se merecía echarle gaseosa, se podía beber bien solo. Era un VIÑA COLLADO, de Crianzas y viñedos Santo Cristo, S. Coop., de Ainzón (D. O. Campo de Borja). También bebimos gaseosa y agua mineral.
- Y para antes de comer pedimos un poco de morcilla para picar. Nos pusieron cuatro ruedas y, aunque no estaba mal, las he comido mejores.
Aunque la cuenta llegó a 31'78, para lo bien que comimos resultó un precio muy contenido:
2 menús, 25
1 aperitivo, 1'20
1 gaseosa, 1'30
2 cafés, 2'20
IVA, 2'08
El restaurante abre fines de semana y festivos, de 13:30 a 15:30 y de 21:00 a 23:00
Quizás encuentres algo interesante en www.fundacionuncastillo.com.
Luego paramos en Layana, que tiene una iglesia románica, un torreón y unas ruinas romanas que incluyen termas, acueducto y restos de foro y viviendas en el yacimiento de Los Bañales. Resulta impresionante ver las columnas que sustentaban el acueducto, formadas a base de apilar enormes sillares uno sobre otro. Finalmente, dedicamos los últimos minutos de jornada a Sádaba, donde vimos por fuera el castillo (en proceso de restauración) y la iglesia, que cuenta con una notabilísima torre. Poco antes de las siete estábamos de regreso.

El lunes llevé el coche al taller: el cuentakilómetros funciona intermitentemente y me aplica enormes descuentos en las distancias. Eso no resulta conveniente a la hora de cambiar el aceite. Hay también algún ruido, a ver qué dice el mecánico. Con los más de 255.000 km. actuales y unas palabras de aliento supongo que rebasaremos los 300.000. Dado que la distancia media entre la Tierra y la Luna es de 384.400 km., veo un poco difícil llegar a esa cifra. Pero sumando las distancias de los diversos coches que he conducido, supero esa distancia con creces.