DOMINGUERO

Viajes de fin de semana con origen en Pamplona

30.11.04

48/2004-Las Palmas de Gran Canaria

El viernes 26, como preludio de las vacaciones, me cogí fiesta. Tenía algunas cosas que hacer y luego lo celebré comiendo en Vitoria, en el ASADOR MATXETE, junto a la catedral vieja. Debían tener una reserva numerosa, porque en vez de instalarnos en el comedor nos ofrecieron sitio en unas mesas junto a la barra. Las mesas estaban bien, de madera sólida, pero a los bancos les faltaba respaldo, que a mi edad empieza a ser un elemento muy necesario.
De primero tomamos ensalada de aguacate y bacon y boletus a la plancha. La ensalada estaba muy bien presentada, y los boletus no resultaban escasos. No serían Boletus Edulis, que están entre los más apreciados por los gastrónomos, porque a mí me salen fritos mejor que los que trajeron. Además, una bolsa de 500 gramos de Boletus Edulis congelados cuesta en el híper del orden de 13 euros, y creo recordar que aquel plato venía a salir por 8. Pero, sin ser sublimes, los hongos estaban muy bien. Pedimos también un plato de morcilla con tomate, que lo queríamos para entrante pero nos dijeron que tardaría en hacerse, así que lo tomamos entre los primeros y los
segundos. Les había quedado un poco seca. Luego habíamos pedido
costillas de cordero y milhojas de solomillo con foie. Cuando trajeron dos trozos de solomillo, uno encima del otro, pensé que habría algún error, porque en mi cuenta faltaban páginas en el milhojas. Me dijeron que el plato era así, y yo quedé satisfecho con la respuesta, porque prefería el solomillo al hojaldre, que es lo que yo pensaba que serían las mil hojas en cuestión. Muy tierno, perfecto, lástima que yo coma tan despacio y se me enfríe la comida
en el plato. ¿Será posible pedir un plato de estos servido en tres o
cuatro veces? He de preguntarlo. Luego, de postre, tartaleta de chocolate y tocinos de cielo. La carta decía que los postres eran caseros, y parecía no mentir: el postre de chocolate estaba bueno y los tocinos de cielo eran, con diferencia, los mejores que he comido hasta ahora. Infusión y café, y como mi acompañante quería agua (yo ya le había echado el ojo a un Marqués de Riscal, tinto reserva) y yo conducía, me apunté también al agua, no era cuestión de dejar media botella ni me era posible llevármela puesta entera.
Total, 53'80 euros.

Tras llegar a Pamplona aparqué y subí al Baluarte en autobús. Teníamos el cuarto concierto de abono, con obras de Wagner, Prokofiev y Shostakovich. De Wagner era Preludio y Muerte, de Tristán e Isolda, que es algo que debo tener por alguna parte en disco. Pero oirlo en directo era otra cosa, buscaré el disco y lo escucharé con atención. Durante su ejecución comprobé que quedan ya muy pocas vacantes en la "Escolanía Koch". Quienes hospedan en
sus organismos el célebre bacilo que lleva su nombre habían acudido en pleno y con sus toses y estertores de tísicos rivalizaban con la orquesta, venciéndola con contundencia en los pasajes más tenues de los violoncellos. Para la segunda parte se ve que ya habían tosido todo, y estuvieron menos presentes. Tengo en disco de vinilo "El amor de las tres naranjas", de Prokofiev, y hacía mucho que no lo escuchaba. En directo también mejoró mucho. Para la segunda parte teníamos la sinfonía nº 5 de Shostakovich, estrenada en Leningrado en 1937, en la que buscaba no caer mal a público, crítica ni censores. De su cuarto movimiento Lischké hace el siguiente
comentario: "apoteosis final, relumbrante, convencional y banal a más no poder, pero cuyo carácter esplendorosamente victorioso debía confirmar la 'redención' de Shostakovich". Yo sólo podría haber dicho que resultaba una música de orquestación potente y no excesivamente inspirada, pero que entra dentro de lo que soy capaz de apreciar, tan malo para el arte como el mismísimo Stalin.

El sábado tenía previsto el vuelo desde hacía meses. Con la niebla no había contado al comprar el billete: salida hacia Barcelona a las 14:50, de allí hasta Las Palmas para llegar en torno a las 8 (las 7 en Canarias), y luego un autobús que me dejaría a 200 metros de casa. Primero anunciaron que el vuelo se había desviado a San Sebastián, y que a las 14:30 habría un autobús. Consulto en la ventanilla y me dicen que, con toda seguridad, no voy a llegar a Barcelona a tiempo de enlazar con el vuelo de Las Palmas, y se ofrecen a cambiar mi billete por otro que saldría hacia Madrid a las
18:35, enlazando con el vuelo Madrid-Las Palmas de las 20:00. En
previsión de trastornos por la niebla, me había presentado en el aeropuerto con una baguette y un sobre de jamón ibérico en dos bocadillos, y un par de latas de cerveza. Me como el segundo bocadillo de pata negra, empujándolo con la segunda cerveza, y me meto en la tienda del aeropuerto a comprar lectura. Lo más aparente que encontré fue "Pureza de sangre", la segunda de las aventuras del capitán Alatriste de Arturo Pérez Reverte, y lo dejé a falta de pocas páginas (al día siguiente lo rematé). A las 17:45 anuncian la
llegada próxima del vuelo de Madrid. Yo estoy casi eufórico, porque si el avión es capaz de llegar, seguro que despega, enlazo en Madrid y llego tarde pero a hora civilizada. Casi simultáneamente, como un mal presagio, aparece un autobús de dos pisos. Pero cuando veo que de él desciende una tripulación completa, con sus bonitos uniformes azules, me digo que no debo ser tan pesimista y malpensado. Pero a las 18:00 anuncian el desvío del avión procedente de Madrid al aeropuerto de Vitora. Nueva consulta en ventanilla (tras la correspondiente cola, naturalmente), para oír que voy a perder
el avión de las 20:00, que hay otro a las doce de la noche. Aplazo el hacer más cambios en mi billete. A las 18:36 se empieza a mover el autobús, y llegamos a Foronda-Vitoria hacia las ocho. Pese a haber facturado el equipaje en Pamplona, debemos coger del autobús cada uno nuestra maleta y llevarla hasta la cinta de Vitoria. Parece que la niebla también ha afectado gravemente a las carretillas de mover maletas... Eso hace que algunas viajeras hayan despistado sus bolsos, aunque todos aparecen. 20:34, primer pitido en el
avión, tal vez indica el cierre de puertas. A las 20:42 comenzamos a
movernos, y a las 21:24 aterrizamos en Barajas. Visito el mostrador de tránsitos, donde me cambian el billete a Las Palmas por segunda vez y me dan un vale para cenar. Ahora viene un sitio muy poco recomendable: el self-service La Paloma. Pedí menestra de verduras (la otra opción eran macarrones) y albóndigas (lo otro era pollo), cogí una macedonia de frutas y como el vino no entraba en el vale y cobraban 14 euros por un crianza corriente dejé la botella y la cambié por una lata de cerveza. La menestra, bastante insípida, podía aplacar el apetito. Las albóndigas estaban bastante malas, inaceptables si las hubiera pagado de mi bolsillo. A mitad de la
comida apagaron la luz y echaron la persiana. La bandeja quedó fuera, para el turno de mañana. Después embarcamos, a las 23:50 el avión empezó a moverse y a las 00:02 despegó. El piloto aceleró un poco y llegamos con un cuarto de hora de adelanto sobre el horario previsto, aterrizando a las 02:32 (01:32 en Canarias, y aquí cambiamos la hora). A la 1:48 recogí el equipaje y eso me permitió estar en la parada un par de minutos antes de que a la 01:55 llegase el último autobús para la ciudad. Por 1'75 euros me evité una carrera de taxi de 20 kilómetros, aunque tuver que tomar otro taxi
para ir desde la parada del autobús hasta casa. Trece horas de viaje, que tampoco son tanto si las comparamos con las de hace unas décadas.

El domingo me levanté un poco tarde pero me di el primer paseo por el puerto y por las Canteras (el paseo que discurre junto a la playa del mismo nombre). 9'76 km. antes de comer. Por la tarde fui a ver la cartelera en El Muelle, que es un centro comercial con cines a la entrada del puerto. Al pasar junto a la sala de juegos me llamó la atención un personaje: llevaba un top como un bikini pequeño, una visera sujeta con una cinta, tatuajes en brazo y omoplato con ideogramas orientales y, a la altura de los riñones, con letras de 6-8 cm., "F. GLEZ.", que sería el nombre de su amo. ¿Felipe González, ex-presidente del gobierno? ¿Francisco González, presidente del
BBVA? No creo, más bien pienso que el tal González sería el animal de gimnasio situado ante un videjuego, cuya exhibición de músculo a través de la inevitable camiseta de tirantes y de habilidad con la máquina parecían colmar las apetencias diurnas de aquella hembra que se movía en el interior de una nube de feromonas. No creo necesario decir por qué no tengo una foto para ilustrar esto. Vi la cartelera, pero como había bastante gente dejé las películas para más tarde. Al final del día había caminado 16 km.

El lunes 29, tras dormir 10 horas, vi un par de cruceros en el puerto, CAROUSEL ttp://www.cruisereviews.com/SunCruises/Carousel.htm y BLACK WATCH http://www.fredolsencruises.com/fredolsen/process/fleet/fleet_index/ship=blackwatch_home.html,
y un precioso velero de tres mástiles, un clipper llamado STADT
AMSTERDAM
http://www.stadamsterdam.nl/, del que puedes leer en castellano
http://www.randstad.es/content/randstad/clipper/clipper-stad-amsterdam.xml
y
http://www.caphorniers.cl/stad-amsterdam/StadAmsterdan-esp.htm
Me acerqué a los cines Galaxy y vi "El mensajero del miedo". Total del día, 14'36 km.

El martes 30 he dado la vuelta de rigor por el puerto, y luego he
llegado hasta el barrio de Triana. A pesar de las gafas de sol, y luego de la gorra, me noto la cara un poco quemada. Por la tarde me he acercado al auditorio y he comprado una entrada para el viernes. El día 1 se abre la taquilla para ver los coros y danzas rusos, intentaré hacerme con una entrada. Por la tarde he visto "Bridget Jones: sobreviviré", entretenida y divertida. He comprado el primer libro de las aventuras Alatriste y "El código Da Vinci". Después de la lectura del viaje empecé "Narciso", de Rafael Sánchez Espeso
(Premio Nadal de 1978) y cuando voy por la página 20 noto que me da
pereza cogerlo. Me he acordado de Antonio, un septuagenario con el que he compartido muchas horas de baño termal, que en alguna ocasión me ha dicho algo bastante crudo: que ya no le queda tiempo de leer cosas que no le interesan. Prefiere releer una y otra vez a William Somerset Maugham, y a mí me ha metido un poco el gusanillo con ese autor. A estas alturas de día voy por 14'51 km., para cuando llegue a casa serán 15.

Y sin tiempo para releer ni corregir (ya es tarde y en el cibercafé los minutos son euros) suelto estas palabras apresuradas.