DOMINGUERO

Viajes de fin de semana con origen en Pamplona

14.10.04

41/2004 y puente del Pilar

El viernes a la noche habíamos quedado para ir al cine. Se ha celebrado un festival de cine en Pamplona, y era el estreno en Europa de "El Rey". Acudimos varios pamploneses y colombianos a ver una película que narra la historia de un narcotraficante desde sus comienzos en los años 60 hasta su final en un ajuste de cuentas. Poco antes de la proyección su director presentó la película, luego la disfrutamos y después, en la terraza de la Cervecería Tropicana, en la plaza del Castillo, vimos cómo Antonio Dorado y su grupo eran atendidos antes que nosotros pese a haber llegado minutos después. El camarero, que era al mismo tiempo el encargado de la plancha y el dueño, ante mi protesta se excusó diciendo que había servido primero a los extranjeros? ¿sería que los de nuestro grupo mixto estaban ya integrados ejemplarmente?. Tras las hamburguesas de la Tropicana fuimos al Malkoa y nos retiramos a una hora prudencial.

Finalmente he podido ver la página oficial http://www.peliculaelrey.com/ , que ha estado temporalmente desactivada. Hay bastantes referencias a ella en internet, entre ellas:
http://www.colombia.com/entrevistas/autonoticias/DetalleNoticia368.asp
http://sintesis.univalle.edu.co/2004/junio2004/peliculaelreye.html
http://eltiempo.terra.com.co/cine/noticias/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-1762044.html

El sábado recogí a Luis y nos dirigimos a un lugar que atrajo mi mirada el domingo anterior. Había visto aquellas ruinas, sin distinguirlas muy claramente, en otras ocasiones. El domingo las miré de nuevo tratando de saber desde dónde se podría llegar, y después busqué por internet.

Paramos a almorzar en Murillo de Gállego, en un establecimiento a pie de carretera llamado Los Mallos (o algo parecido). A falta de pinchos nos apañamos con un bocadillo de tortilla de jamón partido en dos trozos, y seguimos hacia Ayerbe. Allí tomamos una carretera que se dirige a Loarre, pero antes nos desviamos hacia Sarsamarcuello y Linás de Marcuello. Aparcamos en Sarsamarcuello y de acuerdo con las indicaciones de un vecino tomamos una pista que sale del pueblo. Las marcas de sendero no están nada claras y siguiendo las marcas abandonamos la pista y, con algunas vacilaciones y campo a través subimos hasta lo que fue el castillo de Marcuello y del que apenas queda una de las paredes de la torre. Muy cerca está la ermita de Nuestra Señora de Marcuello, del S. XII con añadidos del XVII. A menos de 200 metros está la ermita de San Miguel, también del S. XII, del que se conserva el ábside y un tramo. A este ritmo no llegará al siglo XXII, porque la bóveda carece de tejado y la vegetación crece entre los sillares. Aparece también otro deterioro, originado por algunos animales de dos patas: inscripciones, dibujos y disparos que son mucho más evidentes que las marcas de cantero. Cerca del panel informativo, en la roca viva que aflora en el suelo, se pueden ver varias inscripciones, entre ellas: "A. Binué y P. Ibon AÑO 1950", "R. [corazón atravesado por una flecha] G. 3-5-1950", y la más antigua, "MARCUELLO AÑO DE 1813". Recuerdo cierta máxima que aprendí en mis tiernos días de escolar, "El nombre de los tontos aparece en todas partes", referida a esta afición a dejar esa huella contaminante para la posteridad. Escultores que sobreviven a su tiempo hay unos cuantos, pero estúpidos que estropean piedras hay infinidad, y cada día más.

Regresamos al pueblo por la pista, viendo que es apta para vehículos. Nos presentamos a comer al hotel Villa de Ayerbe, del que guardábamos buen recuerdo (www.hotelayerbe.com). Nos pusieron una mesa en el salón y comimos después de haber esperado un rato para acomodarnos. Era tarde cuando llegamos y no tengo queja en ese sentido. Había de menú del día:
ENTRANTES: Fritada aragonesa - Alubias con chorizo - Menestra de verduras - Fusili con senderuela.
SEGUNDOS: Chuletas de cordero - Pollo a lo chilindrón - Carrilleras con setas - Mero a la plancha.
POSTRES: Flan - Natillas - Arroz con leche - Fruta - Helado - Mousse de yogurt
Y todo eso por 12'30 IVA incluido.
Como no estoy recogiendo setas las elegí del menú, y los fusili con senderuela estaban buenos y abundantes. También me supieron buenas las carrilleras con setas, y las chuletas de cordero no decepcionaron. Helado y mousse de yogurt.
Mención aparte merece el vino, qué lástima dejar casi media botella. Copio la etiqueta para acordarme y, algún sábado que pasemos por la zona, coger una caja. O si alguien va antes y le cabe en el coche, que me traiga unas botellas. Nos pusieron VIÑA COLLADO Tinto 2003, elaborado, criado y embotellado por CRIANZAS Y VIÑEDOS SANTO CRISTO S. COOP. AINZON, de la Denominación de Origen "Campo de Borja". La literatura de la contraetiqueta está casi tan bien como el sabor del vino: "Azotados por el cierzo y bañados por el sol, CRIANZAS Y VIÑEDOS SANTO CRISTO está situada en la vera del MONCAYO y en la ribera del río Huecha. A una altitud media de 540 m, las distintas zonas de cultivo del viñedo y sus diferentes tipos de suelos aportan al vino complejidad y personalidad. VARIEDADES: Garnacha y Tempranillo. CATA: Color rojo guinda y tono violeta. Aromas afrutados intensos a frambuesa y mora, equilibrada acidez y paso en boca muy agradable y persistente. Se recomienda consumir entre 16 y 18ºC. www.bodegas-santo-cristo.com"

Con los cafés y la gaseosa la cuenta llegó a 28'24, pero comimos mucho mejor que en sitios un poco más baratos.

Dimos un paseo por Ayerbe y hacia las cinco y media emprendimos el camino del baño. Allí coincidimos con algunos habituales y con el grupo formado por María Elena, Carmen, Merche y Maribel que habían ido directamente desde Pamplona. Disfrutamos del agua y un poco de las estrellas y volvimos con los dos coches juntos.

El domingo salí solo. Arranqué más tarde e hice la primera parada en Barásoain. He pasado muchas veces junto a Barásoain y Garínoain, y me sorprendió la calidad de los edificios. Pasé un buen rato haciendo fotos de las casas, las puertas y los escudos de armas. Tan entretenido estaba que se me fue hora y veinte en tan poco espacio

Luego seguí hasta Olite y tomé el cruce hacia San Martín de Unx, y desde allí me desvié hacia Ujué. Se acercaba la hora de comer y un restaurante que hay cerca del cruce ofrecía un "menú fin de semana" por 18 euros. Decidí buscar algo más económico. Ujué estaba lleno de turistas. Aparqué en las afueras y anduve un poco. Llegué poco antes de la una y media, y me dio la bienvenida el panel del "Mesón Las Migas", con un plano de situación, la carta y ninguna mención al menú del día. También había un cartel aclarando que el otro establecimiento del pueblo no era el único que hacía migas para el día de las migas? vamos, que entre ellos no hacen buenas migas. El Mesón Las Torres también tenía la carta en el exterior, con unos precios altos en euros y al final una coletilla: "Existe un menú de la casa al precio global de 3.500 ptas.", y ya vi que aquello no iba conmigo. Anduve por todo, visité el interior de la iglesia y fotografié portadas y capiteles. Abandoné el pueblo a las tres menos cuarto, con la hora bastante justa para comer. Regresé al cruce y seguí hacia Aibar. Entré en "El Perrillas" y al pasar al comedor vi que había mucho sitio. Pero el joven que había allí, mientras andaba en dirección a mí venía moviendo la cabeza de izquierda a derecha. Y me dijo que le "habían dejado sin pan". A mí me dejó sin palabras aquella falta de profesionalidad y seguí camino hacia Sangüesa. El Acuario, como de costumbre, ya no servía comida a esas horas. El Ciudad de Sangüesa, donde en el pasado porfiaban que daban de comer tarde porque a la dueña no le gustaba dejar a nadie sin comer, había una chica bajita y morena que, con dulce acento centroamericano, puso como pretexto a la cocinera y no obtuve nada más. Finalmente entré en el 1920: me advirtieron que algunos platos se habían agotado y me dijeron lo que quedaba. Naturalmente, me pareció bien y pedí ensaladilla rusa y San Jacobo con patatas fritas. Luego me di un paseo viendo con detalle algunos edificios notables: los restos del castillo, el ayuntamiento, algunos palacios y casas de la calle Mayor y tres iglesias (Santiago, http://cvc.cervantes.es/actcult/camino_santiago/segunda_etapa/sanguesa/iglesia_de_santiago.htm , San Salvador, S. XIII, y Santa María la Real, http://cvc.cervantes.es/actcult/camino_santiago/segunda_etapa/sanguesa/santa_maria_la_real.htm), y pude entrar a ver Santa María la Real por dentro. Después de las seis me dirigí al baño termal, que abandoné hacia las ocho para llegar a Pamplona a tiempo para una cena. Al coger el móvil para ver dónde era me encontré con una llamada perdida y un mensaje diciendo que la cena se cancelaba.

Para el lunes 11 había quedado con Maribel y Sos para ir a Alquézar. Este había pasado mala noche, con problemas digestivos. Como su autonomía había quedado severamente limitada se quedó en casa. Finalmente me acompañaban Maribel y su marido, y en líneas generales mantuve el plan propuesto, introduciendo algunas pequeñas variaciones.

Fuimos hasta Puente la Reina de Jaca y, sin detenernos a almorzar, tomamos la carretera de la derecha, hacia Huesca por Ayerbe. Al pasar por un cruce los carteles hacían creer que en Villalangua había importantes atractivos históricos, así que mordí el anzuelo y entré. No vimos nada interesante (se mencionaba conjunto arquitectónico del S. XVIII, pero todas las casas aparecían muy renovadas), aunque el paisaje natural guardaba algunas sorpresas. He encontrado para otro día una propuesta de excursión en http://www.inazio.com/01d20894ad125cc0d/01d2089349058d001/, y otra para bicicleta que no pienso abordar, pero en la que se ofrece alguna información sobre la zona http://www.geocities.com/colosseum/field/3844/rutas45.htm, y una página más comercial es http://www.reinodelosmallos.com/

Al llegar a Ayerbe repetí el recorrido del sábado: cruce hacia Loarre y desvío hasta Sarsamarcuello, pero esta vez entré con el coche en la pista, dejamos atrás el castillo y llegamos hasta el "Mirador de los Buitres". El último tramo es más pedregoso, bastante desagradable para las suspensiones, pero pasamos sin dar con los bajos en el suelo. Hay un panel informativo, una barandilla y un observatorio hecho de piedra y cemento. Además de un vasto paisaje se ven desde allí los buitres que planean y los escaladores que trepan por los Mallos de Riglos. Algunas vías de escalada aparecen marcadas con un tono de color más claro, de la misma manera que se distingue el camino de las hormigas sobre la tierra seca. Tras disfrutar del paisaje durante un cuarto de hora, a las doce menos cuarto fuimos a ver el castillo y la ermita, que abandonamos a las doce y media. Seguimos, rodeamos Huesca y al pasar junto a Siétamo entramos hasta Castejón de Arbaniés, donde apenas había unos pocos elementos interesantes de arquitectura popular en algunas casas. Continuamos el viaje y la pasajera de atrás estiró el cuello y dejó la cabeza apoyada en el respaldo. El copiloto inclinaba la cabeza hacia delante a distinto ritmo que las frenadas, y pronto vi que también viajaba entre sueño y sueño. De vez en cuando abría los ojos, echaba un vistazo y volvía a ausentarse. Esta situación me aburría por una parte, pero por la otra me llenaba de satisfacción: llevaba a mis pasajeros tan tranquilos, confiados y relajados que se me dormían, suavemente mecidos por las curvas y arrullados por el motor. Finalmente llegamos a Alquézar, aparqué y nos dirigimos rápidamente a Casa Gervasio. El comedor de abajo estaba completo, pero como ya sabíamos que hay otro más arriba esperamos a que saliera alguien de la casa y preguntamos. Subimos a través de la cocina y arriba la camarera eslava nos acomodó. Para las tres menos veinte teníamos sobre la mesa la bandeja con jamón, queso, chorizos y paté. El pan, vino y gaseosa habían llegado poco antes. Nos entregamos a aquella comida pantagruélica con deleite (para eso habíamos prescindido del almuerzo), y pronto vino la bandeja con los rollos de paté, queso y pasta de rebozar. Luego llegó la hora de elegir, y la fideuá con langostinos estaba deliciosa. Después trajo una bandeja de cordero al chilindrón, y luego otra de costillas de cordero. Aunque no las pudimos terminar aún nos preguntó si queríamos más. De postre tomamos helado/pastel ruso, y después del postre pastas de coco y almendras. Tras el café/infusión pedimos como chupito orujo de hierbas y nos dejaron los tres vasitos y la botella de Martín Códax ("Elaborado exclusivamente a partir de bagazo de Albariño procedente dos viñedos de Bodegas Martín Códax, mediante o tradicional método de destilación por arrastre de vapor. Conserva o característico aroma do varietal, con tonos dulzóns e de froitos pasificados que o fan goloso en boca, ardente, estructurado e con recordos de regaliz."). Tras la comida hicimos la visita a la fortaleza y colegiata, pero esta vez ya no estaba la guía que yo conocía. En su lugar había un guía con pinta de bruto reconvertido. Usaba su bastón a modo de puntero, pero empuñado de una forma que más parecía amenazar que señalar. El grupo de visitantes era especialmente numeroso y me dediqué a hacer fotos a mi aire mientras a ratos escuchaba de fondo las explicaciones. A las seis y cuarto abandonábamos la colegiata y estuvimos un rato callejeando y comprando recuerdos para los hijos. Poco antes de las siete estaba el coche en marcha y a las siete y veinte, a punto de entrar en la carretera general, paré a hacer unas fotos de la puesta del sol.

Al pasar junto a Huesca había muy poca luz y regresamos por el puerto de Monrepós, Sabiñánigo y Jaca. Serían cerca de las nueve y media cuando pasábamos por Tiermas y bajamos al baño termal. Había muchísima gente, más que cualquier día de entre semana con sol, y nos dimos un baño breve que terminaría hacia las once. Supongo que al pasajero que no quiso bañarse se le habría hecho algo más largo?

Y del agua, a casa.

El martes no había quedado con nadie. Estaba buen día y Merche me acompañó. Salimos tarde y hacia las doce menos cuarto comió un bocadillo grande de tortilla en Liédena. Al pasar junto a Tiermas se quedó en el agua y yo seguí camino en busca del Valle del Garona, que se menciona en una hoja de promoción turística. Ahí se llega desde el puerto de Monrepós, saliendo hacia Arguís. Eran casi las dos menos veinte, y los carteles daban a entender que habría sitios para comer dentro del valle, así que dejé atrás un par de restaurantes en Arguís. Por una carretera muy estrecha y revirada llegué a Bentué de Rasal poco después de las dos. Ahí se terminaba la carretera. En el pueblo no había mucho que ver, y seguí por la pista que lleva al siguiente pueblo del valle, Rasal. Me costó media hora el tramo de pista de unos 8 km., y ese rato estuvo adornado por lluvia, granizo y lluvia fuerte. Finalmente descampó y descubrí que Rasal tampoco tiene gran cosa, aunque sí una carretera asfaltada que sale a la A-1205. En el cruce tomé a la izquierda y pasé junto a Yeste, Triste y Santa María de la Peña. Por ahí hay un restaurante de carretera que sólo funciona los fines de semana, El Jabalí, pero a las 15:40 no me quisieron dar de comer. Hambriento y frustrado seguí hacia Puente la Reina de Jaca, y vi luz en el restaurante Anaya (¡aquel donde vi servir comida a unos que llegaron hacia las cuatro y media!). Pero seguía en la puerta el cartel de cerrado por vacaciones? Enfrente entré en el Hostal del Carmen, pero era tarde. El tercer establecimiento sólo ofrecía bocadillos fríos. Volví a la carretera y paré en Berdún, Restaurante La Trobada. No llegué a comer el menú por poco, pero al menos había la opción de bocadillos calientes. Tomé algo intermedio, un plato de huevos fritos con jamón que me dejaron el cuerpo aceptablemente, y poco después de las cinco seguí camino hacia el baño, donde esperaba Merche. Seguimos a remojo hasta después de la puesta del sol y nos secamos con las últimas luces.

Como los paseos debían reservar unas horas para el baño, las distancias no podían ser grandes. En estos cuatro días el coche ha recorrido 1.225 km.